lunes, 9 de enero de 2023

Se calló el cantor


Quienes me conocen saben que reniego de ocuparme de las necrológicas. En mis clásicas efemérides solo tienen cabida las instancias felices, los natalicios. “Celebrar la vida” como solía pregonar ese maestro de la locución que es Héctor Larrea. No obstante, no puedo dejar de evocar a una persona muy querida, que el pasado 23 de diciembre se nos adelantó en la partida. Sobreponiéndome al dolor que el hecho fatal me produce, entendí que lo menos que puedo hacer es recordarlo, quizá no con las frases bonitas que el merecería, pero si con la autenticidad de alguien que gozó de su amistad, recibió sus enseñanzas y compartió muchos momentos en su compañía. Lo conocí, allá por 1964, si no me equivoco. Yo era apenas un “purrete”, 14 años escasos, y concurría a aquellos bailes de carnaval que ofrecía el Club Haedo. Ocho bailes ocho, como pregonaban los carteles publicitarios. Allí actuaba la típica del querido Juancito Viera, con Rodolfo Montillo aportando el sonido de su fueye y él poniéndole voz a las melodías que desgranaba el conjunto.


Por muchos años no supe de él, hasta que allá por 1990, cuando conducía mi ciclo radial, en el afán por destacar a los sanisidrenses, nativos o por adopción, que hicieron su aporte al tango, reuní un parque sonoro con todos ellos y conseguí grabaciones, de quien deseo evocar, con las formaciones de Ángel Domínguez y Jorge Lomanto donde se presentaba como Ángel Greco y aún en otras más modestas y caseras, con el simple acompañamiento de un bandoneón.


La fundación del Centro Cultural del Tango Zona Norte, en 1997, fue seguramente el momento fundamental para que comenzáramos a transitar juntos esta senda que nos trazó nuestra común pasión por la música ciudadana.

Fue asiduo concurrente al programa radial que con mis hijos, Esteban, Jésica y Gerardo llevábamos adelante por FM Santa Rita y también supe concurrir con él a otro ciclo que conducía, por FM Lares, nuestro común amigo Jorge José Fernández, “Jorfer”. También solíamos ir juntos a diversos lugares en representación del Centro Cultural, como el caso de responder a sendas invitaciones de Leticia Pérez de la Riestra, en el Palacio Barolo y la casa de una provincia en la calle Callao (no recuerdo de cual) donde la hija de Charlo presentaba uno de sus libros.

También integrando una embajada artística que llevamos al Abasto en un homenaje a Carlos Gardel, del que se hizo eco “Crónica TV” y tengo presente cuando brillara, en el cine teatro Stella Maris, como único vocalista de Luis Migliori. En otra función ajena al canto...¡Cuantas placas cerámicas recordando a referentes del tango pegamos juntos!

Recuerdo también que fue un eficiente colaborador de “Tití” Quiroz en la Casa del Tango de San Fernando

y que desarrolló una descollante labor en el Centro Cultural del Tango Zona Norte en calidad de tesorero primero y vicepresidente después y también como responsable de la parte artística, por sus buenos contactos con cantores, cancionistas, músicos y bailarines. Oficio de jurado en la preselección  de los cantores y cancionistas que irían a la ronda final del certamen Carlos José Pérez de la Riestrra "Charlo". Juntos llevamos a la Academia Nacional del Tango el libro “Tango y Gardel en San Isidro” de nuestro vecino y amigo Jorge Tirigall y él en persona, prendió en la solapa del mismísimo Horacio Ferrer, el pin con el obelisco encorvado en posición de ejecutar un bandoneón desplegado, réplica del logo que nos identifica. Fue el cantor histórico de las clásicas serenatas por las calles del partido, que anualmente convoca la Asociación “Hijos y Amigos de San Isidro”, participando desde la primera hasta la última que se efectivizó, antes de la pandemia.

Su interpretación de Amante corazón, quedará grabada por siempre en cada una de las damas que homenajeó con su tributo canoro.

Nuestros últimos diálogos fueron telefónicos, el no manejaba internet y me ofrecí a gestionarle los turnos para los reiterados vacunatorios por el Covid 19, como así también para los susidios en los servicios. A punto de ponernos al día con la renovación de autoridades post pandemia, me expresó por sus dolencias físicas, que no sabía si iba a poder seguir acompañándome. Le dije esperanzado que quizá no en calidad de vicepresidente como había ejercido en el ciclo más reciente, pero que una vez repuesto siempre iba a tener su espacio en este grupo de amigos que llevamos adelante la gesta. El destino dijo no. Te fuiste, Héctor Moyano y en el alma nos dejaste un hueco grandote imposible de llenar. Te abrazo donde estés, querido amigo y le pido al Señor te conceda la gracia de tenerte a su lado.  


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