Los bandoneones del tango – Primera parte
POR RUBÉN FIORENTINO
El bandoneón instrumento musical portable y liviano cuentan que fue gestado en Europa, más precisamente en Alemania, finalizando la tercera década del Siglo XIX, para reemplazar a los órganos de las iglesias. Entre sus inventores, comercializadores y fabricantes de cruzan nombres como Hernann Ulgh, Carl Zimmermann, Hienrich Band y Alfred Arnold. Cuentan que los primeros que llegaron al Río de la Plata, donde sin duda encontraron su destino, fueron de la marca Band Unión de allí la deformación con la que se denomina desde entonces. Quizá uno de los primeros en poseerlo fue José Santa Cruz, combatiente de la Guerra del Paraguay, que lo ejecutaba en los momentos de ocio. Su hijo Domingo comenzó desde temprana edad en familiarizarse con la ejecución del instrumento sin otros fundamentos musicales más que su oído y se convirtió en un autodidacta. Domingo Santa Cruz había nacido el 20 de diciembre de 1884 y falleció el 5 de agosto de 1931. Su primer tango, Unión Cívica, dedicado al caudillo radical Manuel Aparicio, que data de 1904 se convierte en su obra más relevante. Otro título de su producción fue Hernani dedicado al violinista, flautista y compositor sanisidrense Carlos Hernani Macchi.
Antes del natalicio de Domingo Santa Cruz debería haber apuntado el de Juan Maglio, producido el porteño barrio de Palermo, el 18 de noviembre de 1881 y fallecido el 14 de julio de 1934. El “pacho” que lo acompañó durante su carrera fue una deformación de la voz italiana “pazzo”, que significa loco. Es considerado con justicia como uno de los “próceres” del tango. Corría el año 1912 cuando ya grababa para el sello Columbia y en 1920 hacía lo propio en Discos Nacional. Además de ejecutante y director fue un prolífico compositor. Se le deben títulos como Armenonville, Ando pato, Copen la banca, El tío soltero, La pareja, Llegué a ladrón por amarte, María Esther, Orillas del Plata, Royal Pigalle, Sábado inglés, Tango argentino, Un copetín, Violetas, algunos de los cuales fueron llevados al disco por Gardel. Además, escribió sainetes y dramas.
Aún antes de Pacho, y sin precisar una fecha puntual de nacimiento -se cree que fue en la segunda mitad del Siglo XIX- debería ocuparme de Sebastián Ramos Mejía, a quien apodaron “El pardo”. Venía de una familia de esclavos que tomó su apellido de los amos a los que servía. Se sabe que además de músico fue mayoral de la línea de tranvías que cubría el recorrido Buenos Aires – Belgrano y que en el final de sus días, después de haber brillado con su música en los lugares no siempre selectos de la metrópoli, se ganó la vida afinando el instrumento que le otorgó relevancia. Acaso a falta de datos fidedignos de su persona me auxiliaré para esta evocación de los versos que le dedicó ese grande que fuera Don Enrique Cadícamo
“Vientos del novecientos
que hicieron girar las veletas
y silbaron en los pararrayos
de las primeras residencias señoriales
de Flores, Belgrano y Recoleta…
Entonces, El Pardo Sebastián Ramos Mejía,
era el primer bandoneón ciudadano
y cochero de tranvías a caballos
en la compañía Buenos Aires y Belgrano.
Vientos del novecientos…
El Pardo Sebastián inauguró un siglo,
cuando estaba en embrión la ciudad feérica
y la calle Pueyrredón era Centro América”…
Contemporáneo de los citados fue Arturo Berstein, “El alemán”, cuyos padres tenían aquel origen, pero él había nacido en Petrópolis, Brasil, el 17 de noviembre de 1882. Su deceso se produjo el 20 de septiembre de 1935, no sin antes obsequiarnos su talento de bandoneonista, director y compositor, además de sus tareas de docente. También ejecutaba la guitarra, el piano y el violín. Grabó en el sello Atlanta y compuso obras como Amor ideal, Celos, La carambola, La gaita, Rama caída y Pangaré, entre otros menos notorios.
Genaro Espósito más conocido como “El Tano Genaro” es otro genuino representante de la Guardia Vieja del tango. Asomó al reino de los vivos el 17 de febrero de 1886 en el porteño barrio de San Telmo, prolongando sus días hasta el 24 de enero de 1944, fecha en que debió partir. Además de bandoneonista, ejecutó el piano y la guitarra bagaje a los que sumó su condición de director y compositor. Dejó testimonios sonoros de su arte en sellos como Víctor, Era, Columbia Record y Atlanta, entre nosotros y en Francia en Columbia, Fotonosor,Decca, M.A.X.S.A. y Gramophone.
Justamente fue en Europa donde cosechó sus mayores éxitos que acaso se interrumpieron al estallar la Segunda Guerra Mundial. Entre sus obras más conocidas sin duda no debe faltar la mención de Bijou, Conflicto, La cantinera y La cubanita.
Vicente Greco, otro de los grandes de este tiempo, prolongó su vida desde el 3 de febrero de 1888 hasta el 5 de octubre de 1924, años que le bastaron para convertirse en un prestigioso bandoneonista, director y compositor. Alumno de otro histórico Sebastián Ramos Mejía pronto alcanzaría, ser un destacado ejecutante. Como compositor sus méritos no fueron menores.
Bastaría acaso citar páginas como Alma porteña, Argentina, El anatomista, El cuzquito, El flete, El pibe, La viruta, Ojos negros, Popoff, Racing Club y Rodríguez Peña, entre otras.
Un año después de Greco, es decir el 4 de febrero de1889, el que fijaba fecha de natalicio en Bahía Blanca, era Augusto Pedro Berto. Fue uno de los fueyes destacados de su época a punto tal que Juan de Dios Filiberto le dedicó su célebre Quejas de bandoneón.
Grabó en los sellos Atlanta, Columbia, Víctor e Ideal. Compuso obras que quedaron arraigadas para siempre en la lírica porteña como Don Esteban, Donde estás corazón, El periodista, El séptimo baile del internado, Ivette, La payanca o La telefonista, entre otras.
Arribados a 1890 es válido recordar que el 2 de marzo de aquel año veía por primera vez la luz, en La Plata, provincia de Buenos Aires, Juan Bautista Deambroggio a quien apodaron “Bachicha” que cobró fama como bandoneonista, director y compositor.
Sus días se agotaron el 28 de noviembre de 1963, pero le sobreviven obras como Avellaneda, La yegüecita, Misterio de amor, Muchacho rana y fundamentalmente Bandoneón arrabalero. Fue uno de los responsables de instalar el tango en París, la llamada “ciudad luz”. Integrando la orquesta de Roberto Firpo participó del estreno de la cumparsita en el café La Ghiralda de Montevideo y de Mi noche triste en la obra Los dientes del perro.
Ese mismo año, 1890, el 16 de julio le tocaba asomar a la vida a Graciano de Leone, el del “cuarteto bravo” que inmortalizó en su glosa de Café Domínguez, Julián Centeya. Comenzó a ganarse la vida como guitarrista pero a poco el bandoneón se convirtió en su instrumento.
Como compositor logró también títulos destacados como Así canto yo que llevó al disco Gardel en Barcelona, El pillete, La cornetita, Luz mala, Reliquias porteñas, Tierra negra, Un lamento, entre las más destacadas.
Eduardo Arolas, también conocido como “El Tigre del Bandoneón” inició su incursión en el mundo de la música ejecutando guitarra para luego dejarse atrapar por el instrumento que lo hizo célebre. Acaso en esta condición no tenemos elementos contundentes para evaluarlo porque las pocas grabaciones que se conservan carecen de la calidad que permita hacerlo. No obstante, en su faceta de compositor tenemos que elevarlo a un plano superlativo.
Este hombre que vivió escasos 32 años, entre el 24 de febrero de 1892 y el 29 de septiembre de 1924 fue capaz de componer casi un centenar de obras de una exquisitez mayúscula. Bastaría citar acaso Catamarca, Comme il faut, Derecho viejo, El Marne, a cachila, La guitarrita, Lágrimas, Maipo, Moñito (subtitulado Marrón glacé), Rawson, Retintín, Viborita y Una noche de garufa, por acaso mencionar algunos de sus títulos.
Siguiendo un orden cronológico allá por 1895, más precisamente el 23 de noviembre, se producía el nacimiento en el porteño barrio del Abasto, de Manuel Pizarro, como los otros de los que ya nos ocupamos, ostentó en su currículum es ser bandoneonista, director y compositor. Yo le agregaría también el ser embajador del tango en el Viejo Mundo, labor que interrumpió por la Segunda Guerra Mundial y luego volvió a retomar hasta el final de sus días hecho que se produjo en Niza el 1° de noviembre de 1982.
Cultivó la amistad del mismísimo “Zorzal criollo” y nos obsequió títulos como Abril, Batacazo, Ilusión, No sufras corazón, Noches de Montmartre, Pablo Podestá, Todavía hay otarios y Una noche en El Garrón.
A punto de finalizar el año 1896, más precisamente el 5 de noviembre nacía en el barrio de SanTelmo Anselmo Aieta, el mismo que con el devenir de los años se convertiría en un exitoso bandoneonista, director y compositor. Lo tuvimos entre nosotros hasta el 25 de septiembre de 1964, fecha en la que se apagó su vida. Carecía de recursos académicos pero le bastaban su oído y buen gusto para ejecutar siguiendo los lineamientos que había trazado su admirado Eduardo Arolas y para componer con el auxilio de terceros que transcribían en el pentagrama los frutos de su inspiración.
Si bien su labor como ejecutante fue sin duda importante, su incursión como compositor fue francamente descollante. Carlos Gardel le grabó 16 de sus páginas. Concibió obras con Enrique Dizeo, Catulo Castillo, Lito Bayardo, Santiago Adamini, Mario Batistella y otros, pero fundamentalmente logró conformar un binomio autoral ideal con Francisco García Jiménez. Fueron muchos los títulos que aportó al cancionero popular rioplatense. A modo de breve síntesis se me ocurre citar Alma en pena, Bajo Belgrano, Carnaval, El huérfano, Mariposita, Palomita blanca, Pavadita, Príncipe, Prisionero, Siga el corso y Suerte loca por acaso citar unos pocos.
Ya internándome en 1897, justamente debo citar el 5 de mayo, tiempo en el que asomaba a la vida Osvaldo Fresedo, que también trascendió por su apodo, “El pibe de La Paternal” Era la suya una orquesta refinada, que se lucía en los lugares más aristocráticos. Tuvo una vigencia de 63 años en el disco.
Tocó con los grandes de su tiempo y fue parte de la que se llamó Orquesta Típica Select, junto a Tito Rocatagliata, Enrique Delfino y otros que grabó en Estados Unidos medio centenar de temas. Acompaño musicalmente a Gardel en Perdón viejita y Fea. Nos legó títulos tales como Arrabalero, Aromas, De Academia, El espiante, El once, Ronda de Ases, Si de mi te has olvidado, Sollozos, Tango mío y fundamentalmente Vida mía.
Otro de los grandes fueyes nacido en la postrimería del Siglo XIX fue el “yorugua” Minotto Di Cicco. A diferencia de los antes mencionados, llenó como ellos el rol de bandoneonista y director y acaso le quedó en el debe el rubro composición.
Para no quedar “zapatero” nos dejó Marquezito, como la única obra que le pertenece. Fue un profundo estudioso del instrumento que lo hizo trascender al que le dedicaba muchas horas de ensayo. Tiempo bien empleado este, para después poder lucirse en las filas de Francisco Canaro y aún en sus propios conjuntos. Había nacido el 11 de octubre de 1898 y su vida se apagó en su ciudad natal, Montevideo, el 9 de septiembre de 1979.
De ese mismo 1898, pero del 1° de febrero era Juan Bautista Guido tuvo un destacado paso por las filas de Roberto Firpo y Julio De Caro hasta formar orquesta propia. Lo apodaron “El lecherito” por las tareas que realizaba en los años mozos vendiendo el producto del tambo de su padre, allá por Parque Patricios.
Estudió bandoneón con José Severino, el autor de La bicoca. Grabó en el sello RCA Víctor, tocó con Samuel Castriota, Vicente Greco, Carlos Vicente Geroni Flores y Roberto Firpo, entre otros y como compositor nos obsequió títulos como Alma triste, Coquetita, Desde piba, La milonga celestial, Mi piba, Muñeca de carne, Placer y lujo y seguramente su obra más trascendente, Tarde gris. Pusieron letras a sus músicas Francisco Capone, Dante Linyera, Enrique Iacobelli y Luis Rubistein entre otros. Los días de Guido se extinguieron el 5 de octubre de 1945.
Un año después, hablamos de 1899 se produce la llegada al mundo de otro trascendente, Pedro Maffia. Fue el 28 de agosto. Fue junto a los hermanos Julio y Francisco De Caro y su colega Pedro Laurenz los artífices de lo que se llamó “escuela decareana”
Como compositor gestó títulos que le trascienden en el tiempo como Abandono, Amurado, Cornetín, Diablito, Juan Tango, No aflojés, Noche de reyes, Pe
lele, Porqué no has venido, Sentencia, Taconeando y Ventarrón para no seguir abultando la lista. Su vida se apagó el 16 de octubre de 1967.
Comenzando el “Siglo de Cambalache”, año 1902, nos tenemos que ocupar del otro Pedro, Laurenz, que antes mencionábamos, cuyo natalicio data del 10 de octubre. Con infancia en Villa Crespo y adolescencia en Montevideo cambió el violín de sus comienzos en la música por el fueye que lo encontró entre sus puntales. Con pasado con Julio De Caro, compartiendo conducción con Maffia, dirigiendo su propio conjunto y aún en la última etapa con el Quinteto Real hizo gala de su particular brillo en la ejecución. Como compositor sus méritos no fueron menores a juzgar por títulos como Amurado, Berretín, Como dos extraños, De puro guapo, Mal de amores, Mala junta, Marinera, Milonga de mis amores, Risa loca, Veinticuatro de agosto, Vieja amiga y tantos otros.
Héctor María Artola es otro nombre que no debe faltar en esta evocación. Nacido en San José de Mayo, Uruguay, el 30 de abril de 1903. Bandoneonísta, director y compositor también demostró sus habilidades musicales como pianista.
Integró con éxito aquellos conjuntos de la llamada Guardia Vieja que triunfaban en Europa. Acompaño a cancionistas como Libertad Lamarque y cantores como Oscar Alonso. Gestó títulos como Ayúdame a vivir, De muy adentro, Desconsuelo, En un rincón, Equipaje, Melodía del corazón, Se va la lancha, Tango y copas y algunos más. Nos dejó en Buenos Aires el 18 de julio de 1982.
También de 1903, más precisamente del 18 de enero es Luis Petrucelli, porteño del barrio de Barracas, el mismo que se destacara en formaciones como las de Samuel Castriota, Carlos Vicente Geroni Flores, José Martínez, Carlos Marcucci y otros no menos ilustres como Julio De Caro, Francisco Canaro y Osvaldo Fresedo.
También al frente de sus propios conjuntos y dirigiendo la Orquesta Típica Víctor. Como compositor nos legó obras como A mi madre, Malquerida, Negro el 20, Picardías y Zarpazo. Debió partir un triste 28 de febrero de 1941.
Prosiguiendo en aquel 1903, más precisamente situándonos en el día 30 de octubre, se produce el natalicio en Barracas de Carlos Marcucci, a quien supieron apodar “El pibe de Wilde”, sitio de donde su familia se afincara, cuando él apenas era un niño.
Integró formaciones como las de Francisco y Julio De Caro, Juan Canaro, sendos conjuntos denominados Los Cinco Ases Pebeco y Los Virtuosos, entre otras. También condujo sus propios conjuntos y supo acceder a los surcos del disco. En calidad de compositor nos legó títulos como Chivilcoy, El catedrático, La reja, Mi dolor y Viejecita mía, por acaso citar algunos. Nos dejó el 31 de mayo de 1957.
Llegando a 1905 encontramos a nombres que por méritos alcanzaron enorme repercusión. Tal le caso de Mario Melfi cuya irrupción en el mundo de los vivos data del 5 de agosto de aquel año, en pleno barrio porteño de San Cristóbal. Iniciado como baterista y contrabajista cuentan que aprendió bandoneón en el viaje Europa, donde sentó residencia definitiva hasta su partida terrena, comenzando la primavera austral en 1970.
Su maestro fue nada menos que el célebre “Bachicha”. Todos sus tangos los compuso en el Viejo Mundo. Los más trascendentes fueron sin duda Poema y Remenbranza. Carlos Gardel le grabó Se va la vida y Volvé muchacha. También le pertenecen Decí que sí, El mulatón, La barranca, Negra, Sentimiento y algunos otros.
Siguiendo en aquel pródigo 1905 nos topamos con un nombre sin duda relevante, Ciriaco Ortiz, arribado al mundo en Córdoba el 5 de agosto de aquel año. Sus mentas trascendieron ampliamente la frontera de su provincia a punto tal que muchos lo ubican al menos en el podio de los ejecutantes del instrumento.
Fue parte de formaciones importantes como las de Francisco Canaro, Vardaro-Pugliese, Julio De Caro y otras. También formó en la Orquesta Típica Víctor y de la denominada Los provincianos y estuvo al frente de sus conjuntos. Acompañó con su fueye a figuras relevantes como Rosita Quiroga, Ignacio Corsini, Hugo del Carril e incluso a Carlos Gardel en aquellos cortos musicales de Morera integrando la formación de ”Pirincho”. También dejó testimonios en la placa sonora y como compositor gesto títulos como Nena y Sueños, grabados por el “Zorzal” y sin duda el más trascendente Atenti pebeta, que lleva versos de Celedonio Esteban Flores. Falleció en Buenos Aires el 9 de julio de 1970.
Joaquín Mauricio Mora fue un exquisito músico y melodista que dominó con destreza instrumentos como el bandoneón y el piano. Con el último de los mencionados debuta artísticamente y son recordadas sus participaciones integrando el conjunto de Graciano de Leone. Cuando troca aquel teclado horizontal por el fueye, formaciones como las de Antonio Bonavena, Vicente Fiorentino y el sanisidrense Alberto Cima requerirían de sus servicios.
Con el fogueo necesario se pone al frente de sus propios conjuntos e incluso siendo parte de un terceto acompañó a Azucena Maizani en su periplo europeo. Como compositor dejó impreso su talento y buen gusto en títulos como Al verla pasar, Como aquella princesa, Divina, En las sombras, Esclavo, Margarita Gauthier, Más allá, Si volviera Jesús y Yo soy aquel muchacho, entre muchas otras. Falleció en Panamá el 2 de agosto de 1979.
No quiero dejar de mencionar en esta breve reseña a Joaquín Do Reyes, bandoneonista, director y compositor que viera por primera vez la luz en el porteño barrio de Mataderos el 26 de enero de 1905. Integró formaciones como las de Francisco Lomuto, Juan D´Arienzo y Alberto Gambino hasta que llegara el tiempo de conducir su propia orquesta.
Por sus filas pasaron talentosos músicos como Julio Ahumada, Eduardo Del Piano, Elvino Vardaro, Mario Demarco, Máximo Mori y Roberto Guisado. Como compositor gestó obras como Decareando, obviamente dedicado a Julio De Caro y Don Rosendo en homenaje a Rosendo Mendizabal, Cuatro pasos en las nubes, No me digas que no corazón, Rastreando y Yo no se llorar, Grabó en el sello TK. Su vida se apagó el 8 de junio de 1987.
Otro de los nacidos aquel año 1905 es Ricardo Malerba que precisamente daba su ingreso al reino de los vivos el 24 de agosto, fecha homónima de la que eligieron Pedro Laurenz y Homero Manzi para denominar su tango. Su ficha técnica lo sindica bandoneonísta, director y compositor. Integrante de una familia de músicos comenzó a ganarse los primeros pesos presentándose con sus hermanos Alfredo (pianista) y Carlos (violinista). Con ellos emprende la aventura europea formando parte de la orquesta de Catulo Castillo.
También supo ser parte de las filas de Juan Bautista Deambroggio “Bachicha”. De retorno a Buenos Aires forma su orquesta que permanece por años en el gusto popular, con presencias en clubes, confiterías y diversos sitios nocturnos, además de ciclos radiales, grabaciones y apariciones en algunos filmes nacionales. Por su orquesta desfilaron nombres rutilantes como Orlando Medina, Antonio Maida, Carlos Barrios, Ricardo Pedevilla, Nicolás Vaccaro y Dante Smurra por acaso citar algunos. Como compositor le pertenecen títulos como Aristocracia, Embrujamiento, Cuando florezcan las rosas, La piba de los jazmines, Mariana, Taruchito y Violín. Falleció el 29 de junio de 1974.
Saltando al año 1907 se pueden encontrar dos natalicios salientes. Uno de ellos el de Miguel Caló que da comienzo a su vida terrena el 28 de octubre y le tocara partir el 24 de mayo de 1972.
Miembro de una familia tradicional del tango que conformaron músicos y cantores tuvo paso previo por formaciones como las de Osvaldo Fresedo, Francisco Pracánico y Catulo Castillo por señalar las más salientes, hasta formar su orquesta propia. Acaso deberían marcarse dos etapas muy definidas. La de aquella formación inicial que contó como vocalista a Carlos Dante y la otra, la de la década del 40´ donde Osmar Maderna, Armando Pontier, Enrique Mario Francini y tantos otros notables eran parte de su orquesta. Con cantores como Raúl Berón, Alberto Podestá y el sanisidrense Raúl Iriarte. En calidad de compositor concibió páginas como Allá en el cielo, Cobrate y dame el vuelto, Como le digo a la vieja, Desorientado, Dos fracasos, Jamás retornarás, Munyinga y Que te importa que te llore, para no hacer más extensa la lista.
Sin abandonar aquel 1907 me voy a situar en el 9 de mayo, tiempo preciso de saludar el arribo en Avellaneda, provincia de Buenos Aires de Miguel Bonano, a quien tuve la dicha de tratar, cuando ya vecino de San Fernando, domiciliado en la finca de la calle Estrada, a metros del estadio del Club Atlético Tigre, participó de diversos actos institucionales del Centro Cultural del Tango Zona Norte, entidad que en uno de ellos lo designó Socio de Honor.
Es tan extensa y rica la trayectoria de Bonano desarrollada en Europa y aún entre nosotros que sería demasiado pretencioso de mi parte describirla toda. A grandes rasgos no debería dejar de mencionar las actuaciones en las filas de Eduardo Bianco, Roberto Zerrillo, Rodolfo Biagi, Manuel Sucher, Ángel D´Agostino, el conjunto Los poetas del tango y aquella orquesta que comandaba con el también bandoneonista Julio Ahumada. Como compositor se le deben obras como Déjelo señora, Esta vuelta pago yo, La novena, Mi primer gol que le grabó Carlos Gardel - quien fuera su amigo - y Por un te quiero. Bonano nos dejó el 6 de octubre de 2001. Sus restos descansan en el cementerio de San Fernando donde el Centro Cultural colocó una placa que lo recuerda.
Daniel Álvarez fue un destacado bandoneonista, director, compositor y aún letrista, que hacía su ingreso en el mundo el 18 de febrero de 1908. Había cursado estudios de violín, instrumento con el que inicio su etapa profesional para luego trocar este por el fueye. Actuó junto a Antonio Scatasso, Francisco Lomuto, Los magos del tango, codirigió un conjunto con Alfredo de Ángelis y comando el suyo propio.
Fue un prolífico autor. Lo testifican títulos como Aquel nocturno, Caprichos de amor, Como se muere de amor, Mar de fondo, Noches de luna, Señora me da la pelota y Volvamos a empezar. Su deceso se produjo el 6 de octubre de 1983.
Desde tierras catalanas, más precisamente desde Barcelona nos llegó con edad de cinco años Cristóbal Herreros, nacido precisamente en esas latitudes el 14 de septiembre de 1909. Supo armonizar los roles de bandoneonista, director y compositor como otros colegas ilustres. Hasta llegar a dirigir su propio conjunto le tocó pertenecer a formaciones como las de Roberto Firpo y Alejandro Scarpino sin olvidar a aquel grupo juvenil que comandaba Juan Elhert.
Este hombre que terminó sus días en General Las Heras, provincia de Buenos Aires el 18 de diciembre de 2002 tuvo como cantor en sus filas nada menos que a Alberto Morán, antes que iniciara su carrera exitosa con Pugliese. No sería el único notable que pasara por su orquesta, acaso debamos sumar también a Roberto Pérez Prechi, Roberto Pansera y José Libertella. Lo muestran como compositor temas tales como En el salón, Ramayón y Un tango para la historia.
1910, el año del centenario del primer gobierno patrio, nos trajo el nacimiento de un sanisidrense que logró trascender ampliamente las fronteras de la ciudad. Se trata de Alberto Cima nacido en la jornada del 10 de octubre del citado año. Su notoriedad la alcanzó como bandoneonista, director y compositor. Se desempeño también en un cargo importante de una emisora radial donde le brindó oportunidades de mostrarse a jóvenes valores que después se convirtieran en figuras. De dilatada trayectoria formó en las filas de importantes músicos. Adolfo Avilés, Anselmo Aieta, Antonio Bonavena, Ricardo Brignolo, Juan Canaro, Miguel Caló, Pedro Maffia, Ernesto Ponzio, entre ellos, sin olvidare aquella participación europea en la orquesta de Catulo Castillo.
También, ya al frente de sus propios conjuntos, protagonizó extensas giras por América. Acompañó en grabaciones a Héctor Mauré luego de su desvinculación de D´Arienzo y contó bajo su certera batuta a José Basso, Horacio Salgán y Juan Sánchez Gorio. En calidad de compositor nos legó Adiós juventud, Calle Corrientes, Camino gris, Entre rejas invisibles, Muchachita linda, Punto bravo, Ridi pagliaccio, Viejo barrio de Colón. Su final terreno fue parte de un hecho confuso producido en la vía pública que generó que se estableciera legalmente una fecha de deceso, 28 de noviembre de 1980.
En orden cronológico me toca referirme a Gabriel Clausi a quien tuve la dicha de conocer personalmente en uno de los clásicos homenajes a Carlos Gardel organizados por mi amigo Mario Calónico, en el cine teatro Stella Maris de San Isidro. Allí, aún nonagenario como era, tomó el fueye y se lució en un solo de bandoneón, ante una platea que se deshacía en aplausos. Había llegado al mundo el 30 de agosto de 1911 y nos dejó el 17 de febrero de 2010. Militó en las filas de los más rutilantes directores de su tiempo mozo, Juan Maglio, Vicente Geroni Flores, Francisco Pracánico, Minotto Di Cicco, Julio De Caro, Juan Canaro, Arturo de Bassi, por acaso citar los más notables.
Estuvo al frente de sus propios conjuntos y vivió en Chile donde también alcanzó gran repercusión y también acceder a la placa sonora a punto tal de alcanzar alrededor de 150 registros. En tren de citar algunas de sus creaciones musicales no puedo omitir títulos como Cafecito de mi barrio subtitulado En un rincón del café, Copó la banca, En capilla, Hoy estás como pa´ mí, Jamás vendrás a mi, Lluvia de penas, Mi linda chiruza, Musa rea, Plegaria de tango, Sentimientos, Te quiero como te quiero y Un sueño nada más, algunos de los cuales merecieron ser perpetuados en los surcos del disco.
Transitábamos el año el centésimo primer aniversario de que un gobierno patrio se instalara en las Provincias Unidas del Río de la Plata, 1911, más precisamente el 19 de noviembre, cuando asomaba al mundo quien con el correr de los años se convertiría en un destacado bandoneonista, director y compositor, me refiero a Alfredo Calabró.
Tuvo una extensa trayectoria que lo llevó a integrar formaciones importantes como las de Osvaldo Fresedo, Anselmo Aieta, Osvaldo Pugliese, Cayetano Puglisi, Joaquín Mauricio Mora, Demare - Vardaro, Juan Canaro y otras menos renombradas. Formó rubro con el cantor Enrique Campos recién desvinculado de Francisco Rotundo. Integraron sus filas además del citado vocalista José Torres, Jorge Ledesma, Alberto Aguirre, Oscar Corvalán y también junto a Emilio Orlando acompañaron musicalmente el canto de Carlos Acuña. Dejó algunos testimonios fonográficos de su paso por el tango y también títulos como Jazmín, Decime, Corrientes y Maipú, Vos hacés lo que querés, Tiene razón amigazo y En un gris amanecer, entre los más destacados. Calabró el viaje sin retorno el 5 de julio de 1977.
Antes que se agotara aquel 1911, 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes se producía otro natalicio importante en el porteño barrio de Belgrano, el de Emilio Orlando, que trascendiera en el tango como bandoneonista, director y compositor, aunque en este último rubro no haya sido tan prolífico. Apenas unos pocos títulos registrados en SADAIC, Ana de París, con Horacio Basterra, Cuando llegaste a mí, con Leopoldo Díaz Vélez, Llega la noche, subtitulado Negra noche, con Armando Ferreiro y Vicente Hipólito Oneca Benedetto, Siete cruces, con el mismo Oneca Benedetto y Wilfredo Casal Gubitosi y Todo un cielo, con Matías Miguel Taffuri.
Abel Palermo cita también en una página importante de tango Igual que vos y La pena que me has dejado, cosa que no pude corroborar en la sociedad que nuclea a autores y compositores. Importantes voces contaron con el marco musical de su orquesta. Acaso bastaría mencionar a Edmundo Rivero, Alberto Marino, Roberto Rufino, José Berón, Charlo, Sabina Olmos, Alberto Ortiz, Orlando Verri, Carlos Almagro, Horacio Cáceres, entre otros y también junto a Calabró acompaño a Carlos Acuña y en alguna oportunidad a Francisco Fiorentino. Grabó en el sello Pampa. Por sus filas alistaron descollantes músicos como Manlio Francia, Jorge Caldara, Leopoldo Federico y Atilio Stampone, por mencionar algunos.
Cuando el Siglo XX cantaba docena, justamente sucedió el 8 de noviembre de 1912, se producía el nacimiento, en Montevideo, Uruguay del que con el tiempo se convertiría en un virtuoso del bandoneón. Me refiero a Federico Scorticati, ejecutante disputado por las más célebres orquestas, a punto tal que integró en diferentes períodos, cada una de ellas como las de Roberto y Teodoro Guisado, Roberto Firpo, Cayetano Puglisi, Julio De Caro, Francisco Canaro, Juan Maglio, Osvaldo Pugliese, Carlos Di Sarli, Francisco Lomuto y seguramente algunas más contaron con sus buenos oficios.
Realizó 4 viajes a Japón dos de ellos con Carlos García, la Orquesta Símbolo Francisco Canaro y el Quinteto que llevaba el apellido del popular “Pirincho”. Dirigió la Orquesta Típica Víctor y grabó en este sello y también en Odeón. Acompañó a cantantes como Charlo, Adhelma Falcón, Ernesto Famá, Francisco Amor y el mismísimo Carlos Gardel en aquellos cortos musicales filmados por Morera, integrando la orquesta de Canaro. Cuando comandó su propio conjunto contó con las voces de Lita Morales, Mecha Bazán y Mario Corrales que más tarde se convertiría en Mario Pomar. Como compositor se apuntó con títulos como Alma, Bandoneón de mis amores, Bendición, Bonjour París, Cansancio, Canto al tango -donde también incursiona como letrista-, Como pelea de novios, Desesperanza, Nochebuena en Tokyo, Nocturnal bandoneón, Por quererte así, Romance, Tango de arrabal y Tango milonguero, entre algunos otros. Los días de Scorticati culminaron el 2 de julio de 1998.
Ya arribados a 1913 es Eladio Blanco quien asoma en escena. Su advenimiento se produjo precisamente el 18 de mayo de aquel año en sus pagos de Orense, España. Su currículum lo sindica bandoneonista, director y compositor a lo que debería agregarle docente del instrumento cen el que descolló. Sus inicios musicales fueron con la formación Vardaro-Pugliese en 1929. Después de pasar por varias orquestas recala un tiempo en la de Roberto Zerrillo hasta que en 1935 decide formar la propia que mantuvo su vigencia hasta 1940 tiempo que es convocado por Juan D´Arienzo, con el que pasa muchos años, donde también despunta el vicio de componer. El “Rey del Compás” le lleva al disco varias de esas composiciones como acaso Andate por Dios, El nene del Abasto, El purrete, Miedo, Muchachita de París, Que apuro tengo, Sarampión en las voces de Héctor Mauré, Armando Laborde, Alberto Echagüe y Jorge Valdez.
Al dejar la orquesta de D´Arienzo se dedicó a la enseñanza abriendo un conservatorio. Entre sus alumnos recuerdo al sanisidrense Rodolfo Montillo que supo hacer honor a las enseñanzas recibidas. En 1959 vuelve nuevamente al ruedo con su nueva orquesta y continúa sumando títulos a sus creaciones como el instrumental Don Alfonso. Otros títulos de su cosecha son Andanzas, Aquí estoy de vuelta Buenos Aires, Barrio Belgrano, Criticona, De abolengo, El juguetón, Fantasía tanguera, Formidable, Miedo, Silbando un tango, Te acordarás de mi amor, Todo o nada, Un cambio te viene bien y Vos te crees. Los días de Blanco culminaron el 25 de noviembre de 1993.
1914 resultaría ser un año trascendente para el tango por la llegada al mundo de bandoneonistas de fuste que sin duda dejaron sus nombres impresos a fuego en el libro de la historia de la música popular rioplatense. Ya desde el inicio mismo, el 9 de enero, tenemos que apuntar el natalicio de Alfredo Attadía,
Fue en el Gran Buenos Aires, partido de San Martín, localidad de San Andrés. Se destacó en cada uno de los roles que alternativamente desempeño, bandoneonista, director, arreglador y compositor. Su derrotero de músico lo llevó a integrarse a orquestas como las de Alberto Pugliese, Alfredo Gobbi, Rodolfo Biagi, Armando Baliotti, Ángel D´Agostino y con Alfredo de Ángelis creó y dirigió la Típica Florida. Cuando asumió en soledad el rol de director contó en su orquesta en sucesivos períodos con voces trascendentes. Bastaría citar acaso a Ángel Vargas, Héctor Pacheco, Enzo Valentino, Alberto Ortiz y Armando Moreno. También supo acompañar musicalmente a Aldo Campoamor. Como compositor no le fue en zaga pues muchos de sus títulos lograron real trascendencia a juzgar por Compadreando, El cocherito, El negro Pintos, El yacaré, Entre copa y copa, Hay que vivirla compadre, Notas de bandoneón, Tres esquinas, Y hay que vivirla compadre, que son solo algunos de ellos. Los días terrenos de Attadía se agotaron el 30 de enero de 1982, lejos de la patria, en Venezuela, donde debió exiliarse por su adhesión al peronismo después del gobierno de facto que derrocó al gobierno constitucional en 1955.
Antes que enero agotara sus días, el 29 de aquel año que estoy abordando, arribaría en Avellaneda, al sur del conurbano bonaerense, el que sería otro fueye importante en el firmamento tanguero. Héctor Varela,
Antes de comandar su propia orquesta hizo su fogueo en formaciones como las de Salvador Grupillo, Alberto Gambino y también acudió al llamado de Enrique Santos Discépolo para presentarse en Radio Municipal y acompañó a cancionistas como Tita Merello y Libertad Lamarque, pero sin duda donde adquirió mayor relevancia su trabajo fue con Juan D´Arienzo, donde también ofició de arreglador. Cuando llegó el momento de emprender vuelo solo y comenzó a brillar con luz propia alcanzó momentos brillantes en el ciclo radial “El Glostora Tango Club” y el televisivo “Grandes Valores del Tango”. Voces relevantes pasaron por su orquesta como Rodolfo Lesica, Argentino Ledesma, Raúl Lavié, Armando Laborde, Jorge Rolando, Jorge Falcón, Fernando soler, diego Solís, por citar solo algunas. Como compositor gestó páginas exitosas como Azúcar, pimienta y sal. Bien pulenta, Chichipía, Cartón junao, Cruz Maidana, Don Alfonso, Lilián, Mirame en la cara, Noches de Brasil, Que tarde que has venido, Salí de perdedor, Si supiera que la extraño, Te espero en Rodríguez Peña, Tres horas y algunas otras que sería extenso mencionar. Héctor Varela nos dejó un día después de haber celebrado su septuagésimo tercer aniversario, el 30 de enero de 1987.
Avanzando con el de las hojitas mensualmente descartables llegamos en ese mismo 1914, al 14 de mayo, fecha precisa que asomaba al mundo Eduardo Del Piano.
Fue largo el periplo de este reconocido bandoneonista y prestigioso arreglador hasta convertirse en director de su propio conjunto. Nombres como los de Osvaldo Fresedo, Roberto Firpo, Juan Canaro, Roberto Zerrillo, Miguel Caló, Ángel D´Agostino, Orquesta Típica Víctor, Los provincianos, fueran algunas de las formaciones orquestales que requirieron sus servicios. Sin duda su amigo dilecto, Ángel Vargas, fue el más destacado de sus vocalistas pero se pueden soslayar cantores de la talla de Mario Bustos, Héctor de Rosas y Adolfo Rivas entre otros. También supo acompañar en grabaciones a Osvaldo Ribó y Néstor Soler por citar algunos. Se lo pudo ver en alguna escena del film nacional Los tres berretines. Como compositor se le deben páginas como Con sabor a tango, Del Buenos Aires de ayer, Discos de Gardel, Doblando el codo, Esta noche en Buenos Aires y Se lustra señor, acaso por citar las que más trascendieron. Del Piano se nos fue cuando comenzaba el verano de 1987, precisamente el 21 de diciembre.
El cierre esta evocación cronológica –por riguroso orden “de llegada”- de los bandoneones del tango quiero hacerlo con el que Héctor Gagliardi situó para los tiempos en Soler y Gallo, Julián Centeya lo sentenció como ”El bandoneón mayor de Buenos Aires” y más acá en el tiempo Horacio Ferrer lo tildó de “El gordo triste” o acaso Homero Expósito dijera simplemente de él “Ese muchacho Troilo”. Aníbal Carmelo Troilo veía por primera vez la luz el 11 de julio de 1914 en el barrio del Abasto – zona de elegidos-, allí donde también se crio Gardel y más tarde Roberto Rufino.
Que decir de este emblema de Buenos Aires lograba forjar un personal estilo que condensaba acaso cosas que le valieran renombre a sus colegas Maffia, Marcucci, Laurenz y Ciriaco Ortíz. Desde aquella inicial orquesta de señoritas que integró hasta a partir de 1937 ponerse al frente de su formación fue largo el periplo que debió sortear. Pasos por el Sexteto Pugliese-Vardaro, Juan Maglio, Julio De Caro, Juan D´Arienzo, Ángel D´Agostino, Luis Petrucelli y las orquestas Los Provincianos y Típica Víctor son algunos de ellos. Supo rodearse de los mejores ejecutantes y sin duda tuvo cantores que dieron lo mejor de sí en su estancia con él. Que decir de su faceta de compositor donde deja un testimonio rico en obras que perduran en el cancionero popular rioplatense. A Homero, Barrio de tango, Che bandoneón, Desencuentro, Discepolín, El último farol, Garras, Garúa, La cantina, La trampera, La última curda, María, Pa´ que bailen los muchachos, Patio mío, Responso, Romance de barrio, Sur, Toda mi vida, Una canción y Yo soy el treinta quizá son solo un muestrario de su producción musical que se vio enriquecida con los versos de poetas de la talla de Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Catulo Castillo, José María Contursi, Enrique Dizeo, Francisco García Jiménez, Homero Expósito, Héctor Gagliardi, Horacio Ferrer, el actor Héctor Méndez y hasta el conocido escritor Ernesto Sábato que le puso letra a Alejandra, tema que integró el trabajo Los catorce con el tango, que produjo Ben Molar. Se nos fue una triste noche de mayo de 1975, algunos dicen el 18 otros aseguran que ya era 19, pero que se va a ir, si como el aseguraba en Nocturno a mi barrio…¡Siempre está llegando!
Nota: Quedarán pendiente para un futuro trabajo los notables del instrumento nacidos después de “Pichuco” a saber Luciano Leocata (1915), Domingo Federico (1916), Juan Cambareri (1916), Julio Ahumada (1916), Armando Pontier (1917), Mario Demarco (1917), Emilio Balcarce (1918), Donato Racciatti (1918), Enrique Alessio (1918), Juan Sánchez Gorio (1920), Astor Piazzolla (1921), Osvaldo Ruggiero (1922), Eduardo Rovira (1925), Leopoldo Federico (1927), Arturo Penón (1927), Ernesto Franco (1929), Luis Stazo (1930), Oscar Bassil (1930), Ernesto Baffa (1932), Roberto Pansera (1932), José Libertella (1933), Víctor Lavallén (1935), Dino Saluzzi (1935) Raúl Garello (1936), Osvaldo Piro (1937), Alejandro Prevignano (1940), Julián Plaza (1940), Rodolfo Mederos (1940), Néstor Marconi (1942), Juan José Mosalini (1943), Daniel Binelli (1946), Julio Pane (1947) y también hacer referencia a quienes triunfaron como cantores pero dominaban el arte de ejecutar el instrumento como Francisco Fiorentino (1905), Rubén Juárez (1947) y Carlos Morel (1958)
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