martes, 19 de octubre de 2021

La nobleza y el tango

 

Por Rubén Fiorentino

 

Acaso suene a delirante el enunciado, pero quizá a través de la lectura de este trabajo me den “un cachito” de razón.

Les pregunto ¿A que temática permaneció ajena esta música surgida en ambas márgenes del Plata, hoy Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?

Argentina y Uruguay gestoras de esa maravillosa música contenida en cinco letras son naciones regidas por sistemas de gobierno presidencialistas, no obstante, los creativos del género no dudaron en hacer partícipes de sus obras a reyes, reinas, príncipes, princesas, marqueses y otras yerbas.

Por una cuestión de jerarquía debería ocuparme primero del rey, pero acaso en un gesto de caballerosidad, prefiero iniciar mi exposición por las damas.   

Así, en primer lugar, centrara mi atención la reina, de la que el tango supiera ocuparse, aunque no siempre fueron mujeres a las que le asignara tal rango.

Bastaría que les mencionara a Aquella Reina del Plata, con dedicatoria evidente la gran ciudad fundada por Pedro de Mendoza y refundada por Juan de Garay. Sus autores Osvaldo Avena y Héctor Negro. 


Rafael Iriarte y Enrique Cadícamo fueron quizá los visionarios que asignaron al género porteño una reina, y con esa denominación, La reina del tango, gestaron la página que inmortalizara en la placa sonora Carlos Gardel, con el marco musical de las guitarras de Aguilar, Barbieri y Ricardo. Fue en el sello Odeón de París, el 27 de noviembre de 1928. 


Más antiguo aún fue el título que concibiera Rosendo Mendizábal, aquel que lograra celebridad con El entrerriano. Esta vez la destinataria de su trabajo fue una representante femenina de otras latitudes, Reina de Saba, aunque me soplan por lo bajo que era como se denominaba una potranca que hacía vibrar a los aficionados del turf, montada por jinetes de chaquetillas de colores. Encargado de perpetuarlo en el disco fue el Quinteto Pirincho, el 5 de noviembre de 1941. 

 


Alfredo Rubín, en tanto, le asignó corona en su obra, a un momento puntual de la jornada y así surgió, en tiempo de tango, Reina noche, que expresa en alguno de sus pasajes “Lamento del milonga de aquel que fatalmente se lava, reina noche, con tu grela el corazón”.

Juan Carlos Cobián es autor de La reina del arrabal, obra que Francisco Canaro registró en 78 rpm, el 17 de febrero de 1927. Lo mismo hizo este director, en este caso con la voz de Charlo, con el vals Reina de mi dicha, de Eduardo Pataro Conte, el 8 de julio de 1930. 


Famosos directores del género porteño como el ya mencionado Francisco Canaro, Roberto Firpo y Francisco Lomuto, con sus respectivas formaciones, supieron recrear géneros diversos y de tangos, valses y milongas, pasaron a interpretar rancheras, foxtrot shimmys y pasodobles e incluso grabar dichas páginas. Así quedaron de testimonio, referidas al tema que nos incumbe, la ranchera de Pascual Biafore y Atilano Ortega Sanz, La reina de mi amor (Francisco Canaro-Roberto Maida, el 11 de abril de 1935). Del mismo género musical es La reina de los jazmines, de Alfredo Pelaia, ( Francisco Lomuto con Fernando Díaz abordando el estribillo, el 7 de diciembre de 1933). Roberto Firpo dejó testimonio en los surcos del disco de La reina de Momo, el foxtrot de R. Courau, el 8 de julio de 1930, 


en tanto nuevamente Francisco Lomuto y Fernando Díaz, grabaron el pasodoble Reina gitana, de Hugo Gutiérrez y Hugo Zamora, el 3 de diciembre de 1931 

y Canaro, con el concurso vocal de Charlo, hizo otro tanto con el pasodoble La reina del carnaval, de F. Lozano Vázquez Vigo. 

Acaso merece que mencione también Reynita (despuntando la manía del diminutivo tan común en los títulos de tango, El clavelito, El pañuelito, El ramito, El paisanito) de Bernardo Germino y Roberto Goyheneche. 


Un rango más abajo, en calidad de princesas, aparecen en mi agenda Como aquella princesa, extraordinaria página concebida por Joaquín Mauricio Mora y José María Contursi, del que existen inolvidables registros (Osvaldo Fresedo-Roberto Ray el 12 de mayo de 1937, Roberto Goyeneche con el marco musical de Atilio Stampone el 13 de marzo de 1972 y Floreal Ruiz con la Típica Porteña, conducida por Raúl Garello en 1976). 


Ernesto Lecuona se encargó de reflejar en vals el estado de ánimo de su representante femenina de la monarquía y produjo La princesa está triste, que grabó Francisco Lomuto con la voz de Jorge Omar el 1° de agosto de 1940. 

También, en ritmo de vals, Juan Maglio concibe Princesa, obra que además lleva al disco el 18 de septiembre de 1931. 


Más acá en el tiempo, el 11 de mayo de 1951, un entonces muy joven Julio Sosa, que aún no era “El varón del tango”, como vocalista de la formación Francini-Pontier, realiza una verdadera creación con la página Princesa de fango, del propio Enrique Mario Francini con versos del oriental Horacio Sanguinetti. 


Héctor “Chupita” Stamponi puso la música, Marsilio Robles los versos, para recrear una página en tiempo de vals, donde ya la cosa viene personalizada, Princesa Margarita, fue su título. Lo grabó Héctor Varela, “El as del tango” junto a su entonces vocalista Ernesto Herrera, el 26 de junio de 1958. Dejé para el final otro vals, seguramente el más trascendente, Señora princesa, de Atilio Bruni y Roberto Lambertucci, que mereció importantes grabaciones.


Me atrevo a citar como las más importantes las que lograron en 1958, Héctor Varela con Raúl Lavié en el canto, el 2 de julio y
Juan D´Arienzo, con el concurso vocal de Mario Bustos exactamente un mes después, el 2 de agosto. Las dedicatorias a las princesas no concluyeron ahí. Desde la tierna infancia fueron consideradas en la lírica porteña. Acaso para reflejar su retorno, así los hermanos Antonio y Gerónimo Sureda dan vida a Volvió la princesita, el vals que el popular “Pirincho”, con la voz de Ernesto Famá testimonió en los estudios Odeón, el 21 de marzo de 1932, en una placa que llevó el número de catálogo 4785 A y el número de matriz 7183/1. 

Ya que estamos porque no recordar a la “princesita rubia de marfil” que mencionaba José Rótulo en Pregonera.

Se puede agregar además a mi reseña una milonga, Milonga del Siglo XV, desopilante narración de un sueño que involucra al protagonista de la historia, la princesa favorita del rey, el mismo monarca, completando el triángulo amoroso y hasta mosqueteros. Tan singular obra llevó las firmas de José “Pepe” Basso y Dante La Rocca y fue grabada en el sello Music Hall por el propio Basso cantando Luis Correa. Esto data de 1968.

El monarca que ostentaba como armamento el garrote alcanzaba su máxima notoriedad cuando Enrique Santos Discépolo lo incluía en uno de sus mayores títulos Cambalache, pero antes de ocuparme del “trompa” mayor quiero destacar a quienes alguna vez aspiran a serlo, los príncipes y de entre ellos destaco al que Miguel Eusebio Bucino escrachó

 para los tiempos de insano, Príncipe loco, es el título, que Francisco Canaro inmortaliza en el disco el 9 de abril de 1930 en forma instrumental, aunque este rango monárquico alcanza su máximo esplendor en la composición que Anselmo Aieta, Rafael Tuegols y Francisco García Jiménez plasman sobre el pentagrama. No necesitaron adosarle al título ningún calificativo, fue Príncipe, así nomás, a secas. Página esta de la que sin mayores esfuerzos puedo recordar 3 geniales registros.


El de Gardel en 1924 con las guitarras de Barbieri y Ricardo, el que lograron el 23 de enero de 1946, Aníbal Troilo y Alberto Marino y la que meses después, el 28 de marzo de aquel año gestaron Osvaldo Pugliese y Alberto Morán.

Al margen de las composiciones también merecen citarse dos cantores argentinos, Príncipe Azul (Herberto Emiliano Costa) y Héctor Pacheco a quien motejaron “El príncipe” y un cantor, compositor y letrista extranjero, Ángel Sánchez Carreño más conocido por El príncipe cubano.

Mientras hilvanaba el relato y antes de pasar al rango mayor me acordaba que en Che, Bartolo, Enrique Cadícamo le da cabida al Marqués de Bocanegra, célebre noble xeneixe. También que el barón Antonio De Marchi propició que el tango ingresara en las altas esferas de la sociedad que hasta entonces lo vedaba y que otro barón, este de origen nipón, de apellido Megata, fue el artífice que los habitantes de la tierra del sol naciente cultivaran un profundo sentimiento por esta música surgida a miles de kilómetros.

¿Qué decir de los reyes? Esos a los que solíamos preparar pasto y agua los 5 de enero se hacen presentes en Noche de reyes, de Pedro Maffia y José Curi,


Un regalo de reyes, de Francisco Mamone y Reinaldo Yiso

y Juguemos a los reyes, de Roberto Vidal, acaso aparece el de tez negra, en Papa Baltasar traído de la inspiración musical de Sebastián Piana y Homero Manzi. Pero no solo fueron los Reyes Magos los que visualizó el género porteño, el polifacético José Bohr escribió junto a Amadeo Canale el shimmy Reyes del aire, que allá por 1925 llevó al disco Carlos Gardel acompañado de las guitarras de Barbieri y Ricardo.

Si hasta el fútbol coronó en tango a sus ídolos, caso de Amadeo, rey de arqueros, obra que tiene por responsables a Rafael Antonio Carretta (Rafael Carret, “El Pato) y Wally Ferrari.

Francisco Canaro gesta el instrumental El rey del bosque, que lleva al disco el 9 de octubre de 1939. 


Ya resultaban curiosos los títulos El apache (Mauricio Mignot) El apache argentino (Manuel Aróstegui – Arturo Mathón) y El apache porteño (Luis Bernstein) pero con El rey de los apaches, de Alberto Bellomo podemos cantar…¡Cartón lleno! 


Tampoco puedo olvidarme de El rey de los bordoneos, de Eduardo Arolas,


El rey del cabaret, de Enrique Delfino y Manuel Romero,

El rey del patín de Antonio Polito,

Rey de la milonga, de Ciro José Vasallo y Alfredo Bigeschi, Rey del tango, de Mario Pierini, Enrique Campos y Roberto Lambertucci (que inmortalizara en el disco el cantor oriental en su etapa de vocalista de Ricardo Tanturi el 21 de enero de 1944) y Rey de bandoneones, instrumental de Adolfo Cía.

Leandro Nikitoff y Mariano Pini son los responsables de Faquir, Rey de Constitución y hurgando en el baúl de las cosas antiguas me encontré Viejo rey, de Fabrizio Pieroni,

Alfredo Rubín y Valentín Diment.

Héctor Palacios e Iván Diez también sumaron su aporte con Vos sos el rey, que entre otros registros mereció la grabación de Carmen Duval con orquesta el 1° de julio de 1940.

Para ir culminando quiero hacerlo con un rey indiscutido, en este caso del compás, como fue Juan D´Arienzo. En su honor, otro noble, El príncipe cubano escribió El rey del compás,


que el propio autor de Paciencia, El vino triste y otros, llevó al disco el 12 de septiembre de 1941. En el mismo sentido, Héctor Palacios y Alfredo Maggioni componen D´Arienzo, vos sos el rey, obra esta que también queda perpetuada en el disco el 30 de octubre de 1967.


 Responsables de este registro fueron Juan D´Arienzo y su orquesta, con Armando Laborde en el canto 

y Este es el rey, instrumental de Manuel Caballero que el inolvidable Juancito registrara el 26 de noviembre de 1971 en los estudios RCA Víctor.

Como no podía ser de otra manera, a la desaparición física de D´Arienzo, algunos de los que fueron sus músicos y vocalistas se agruparon en la formación Los reyes del compás. 

 Y así para no atribularlos más con mis reflexiones monárquicas me voy cantando bajito

El último organito…”Con pasos apagados elegirá la esquina donde se mezclan luces de luna y almacén para que bailen valses detrás de la hornacina la pálida marquesa y el pálido marqués”…¡Salute!

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