Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia
Por Rubén Fiorentino
El pasado domingo 28 del corriente se celebró el
cumpleaños número cien de esta reconocida casa de cultura del partido que nos
cobija. Una multitudinaria presencia de autoridades, organizaciones
intermedias, políticos de todas las banderías, socios de la biblioteca y
vecinos en general colmaron las instalaciones desde temprana hora ante la
indisimulada emoción de Héctor Arias, máxima autoridad de la casa, y sus
inmediatos colaboradores.
Julio Lagos, reconocido profesional del micrófono
asistiría a Arias en los actos programados, que incluyeron descubrimiento de
placas alusivas al centenario, reconocimiento a los descendientes de los
fundadores, antiguas autoridades y colaboradores incondicionales.
Comenzó el acto
en la planta baja donde el Intendente Municipal de San Isidro Dr. Gustavo Posse
descubrió una placa del ejecutivo zonal a la que le siguieron otras del
Honorable Concejo Deliberante, el Rotary Club de Martínez y el San Isidro
Automóvil Club en la que no podía estar ausente nuestro amigo Luis
Ferroni. Grande fue mi emoción que conviviendo con las placas descubiertas
estaba enmarcado el poema lunfardo obsequiado por el Centro Cultural el pasado
20 de Julio en ocasión de que presentásemos el espectáculo “Centenario con
amigos”. No serían esas las únicas emociones que me
tocarían vivir esta jornada inolvidable. Fundamentalmente el reencuentro con
amigos como con los Sres. Cunese y La Luente que ponderaron el poema y otros
sucesos que se desarrollarían luego.
El acto central tuvo lugar en el subsuelo
de la biblioteca donde regularmente funciona el teatro de la “Media Legua” que
como nunca desbordaba de público. Allí, uno a uno, fueron sucediéndose los
obsequios a los que tanto hicieron por esta realidad de la centenaria casa, interrumpidos sólo por un breve intermedio musical a cargo de
integrantes del plantel del teatro. Con atención participé
desde el instante inicial marcado por el Himno Nacional que todos cantamos de
buena gana hasta ese cierre donde Arias, sin que yo siquiera pudiese
sospecharlo, me requiere al escenario para entregarme el agradecimiento de la
Biblioteca Bernardino Rivadavia al Centro Cultural del Tango por nuestra
presencia asociándonos a los festejos del centenario hace apenas una semana.
No
terminaba de reponerme del sofocón emocional que estas cosas producen cuando
veo que, desprendiéndose de las muchas cámaras que perpetuaban la escena, uno de
los fotógrafos me abrazaba efusivamente manifestándome un infinito cariño. Poco
me costó reconocer después de muchos años sin vernos a Horacio Fachado,
destacado laburante de la cámara y con quien compartiera mis estudios
secundarios en el viejo industrial de San Fernando de donde juntos egresamos
como “Técnicos Mecánicos” en una camada donde entre otros estaban Juan Carlos
Biscay y Francisco Lamolina que luego ocuparan lugares destacados como árbitros
de fútbol. Con él, Arias y otros pocos que prefirieron postergar el agasajo
gastronómico previsto por dueños de casa nos dirigimos al bar La Baranda, actual
emplazamiento que otrora fuera la peluquería donde se fundó la Biblioteca, para
descubrir allí la última placa cuando ya el reloj preanunciaba la hora 14 y
el almuerzo familiar nos estaba requiriendo a todos. Un domingo distinto,
plagado de emociones había transcurrido y como testimonio gráfico me llevaba
para acrecentar el patrimonio de mi biblioteca personal una revista lujosamente
encuadernada que sintetiza los hechos salientes de la centenaria casa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario