Por Rubén Fiorentino
Eran las primeras horas de la tarde del domingo
19 de Mayo cuando me enteré de un hecho luctuoso sucedido en la víspera. Por
supuesto me invadió la tristeza por tan lamentable pérdida que seguramente
comparto con quienes supieron valorar en él además del magnífico actor y
destacado cantante al ser humano.
Lo conocí personalmente hace casi veinte años
en la Plaza Mitre de San Isidro, familiarmente llamada “ Plaza del Reloj” por
el singular artefacto floral de registrar las horas que en ella se aloja. Fue
durante un homenaje a Francisco Canaro donde concurrió para cantar acompañado
de la Orquesta símbolo y del Quinteto “Pirincho” que comandaba entonces Oscar
Bassil. Con mi “medio hermano” Jorge Bottino hacíamos por entonces nuestras
primeras armas en la radio y grabador en mano nos acercamos, concluida su
actuación, para realizarle una nota. Tomó la iniciativa Jorge y ya con la primera
respuesta me dio la pauta del ser humano que tenía enfrente. Le expresaba mi “medio hermano” la
satisfacción que experimentaba de hacerle una nota a tamaño artista y él, con la
humildad de los grandes, respondía: “yo apenas soy un intérprete o acaso un
actor que se ciñe a un libreto. Artista es un creador…alguien que da vida a una
obra para que los demás admiren”. Después de haber atendido con total
deferencia a dos ilustres desconocidos como nosotros, humildemente nos
solicitaba que lo orientáramos para volver con su auto a Capital Federal. Al
igual que Rafael Carret era amigo personal de nuestro querido Atilio Spadaro y
merced a él logramos llevarlos a ambos a nuestra “patria chica”.
Al popular
“Pato” tuve la suerte de presentarlo en los Bomberos Voluntarios de San Isidro en
ocasión de un acto institucional organizado por la Asociación Histórico
Cultural “El Cañón”. En tanto, con el amigo que debió partir hice lo propio en
la vieja sede del Centro Cultural en Pirán 444 de Martínez. No fue la única vez
que compartiría cosas con nosotros. También lo hizo en otra oportunidad en la
Sociedad de Fomento Andrés Rolón donde, cuando ya no contábamos con
instalaciones propias, celebramos un nuevo aniversario de la entidad. También
recuerdo cuando a consecuencia de su vista gastada, apoyado en el brazo de
Jorge y mío, recorrimos juntos el casco histórico de San Isidro con las
tradicionales serenatas organizadas por “Hijos y Amigos de San Isidro” y también
cuando en la misma jornada y una vez concluido el tributo a las damas, en la
Casa de la Cultura del Partido se improvisó con los cantores que habían
participado de la serenata y él un espectáculo artístico. Fue una cosa
espontánea que generó al brindarse sin retaceos al público y una retribución
cariñosa de este que no lo dejaba abandonar el escenario. Su actuación de aquel
día se prolongó a punto tal que hacía impacientar a los que aguardaban por
actuar, que seguramente se habrán tentado de arrebatarle el micrófono que con
tanta maestría empuñaba.
Quien esto escribe, “bostero de alma” le apuntaba a
este declarado riverplatense la escena del film Trompada 45 cuando la
caballería llega en el momento justo a resolver una situación al son de la
Marcha de Boca Juniors y ambos celebrábamos el recuerdo. Sin caer en
exageraciones me permito afirmar que fue junto a Zelmar Güeñol, Rafael Carret,
Jorge Luz y Juan Carlos Cambón un grande del humor, que desde aquellos inolvidables
programas radiales o acaso de las películas nos hacía vivir momentos tan
agradables. Que también cuando se lo proponía y más allá de las imitaciones que
solía realizar fue un lucido cantante y ya de mayor demostró su bagaje de actor
en trascendentes ciclos que difundió la “pantalla chica”.
Se va con Guillermo
Rico un grande de verdad y a nosotros nos queda el recuerdo de los momentos
vividos y la frustración de aquel film homenaje que proponía el desaparecido
Rolando Polito a los Grandes del Buen Humor que jamás se pudo concretar, lo
mismo que hacerlo Socio de Honor del Centro Cultural donde en reuniones de CD
aparecía como primer candidato. Se fue el pintón que enamoraba a las damas
mientras sus compañeros cometían los más grandes desaguisados, el cantor de
recia estampa que se lucía como Guillermo Coral en la formación de Canaro y el
actor maduro de “Rolando Rivas, taxista” pero su recuerdo vivirá siempre en
nosotros a quienes le dedicaste a lo largo de tu carrera profesional lo mejor
que pudiste ofrecernos.
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