Por Rubén Fiorentino
Vivió prodigándose a su prójimo al
mejor estilo cristiano, crió a sus nietos, se brindó por el Colegio 501 de
Martínez de chicos con capacidad diferente haciendo las tareas que se requirieran,
albañil, pintor, plomero, carpintero o acaso burlándose de los años acumulados,
oficiando de aventajado cadete realizando trámites de toda índole. Cuidó con
celo la Plaza 9 de Julio volviendo a hacer andar esa fuente tan característica
que había dejado de funcionar y tantas cosas más.
Que decir la labores
desplegadas en el Centro Cultural que fueron desde la colocación de placas a
los referentes del tango, trepándose con sus ochenta y tantos a cuestas a
escaleras con la agilidad de un muchacho, ubicando las pertenencias de la
institución, ya sin un espacio físico propio, en lugares seguros para poder
rescatarlas un día o cobrando deudas pendientes cosa que parecía imposible
concretar.
Pero claro, más importante que todo lo enunciado es habernos regalado
su don de gente que lo acompañaba en cada uno de sus actos como si fuera su
sombra. Las “tabas” cada vez le daban menos pero no faltaba a las semanales
citas con la milonga en su adorada plaza. Tampoco dejó de concurrir a la
reunión anual organizada por el ejecutivo comunal en reconocimiento a las
entidades no gubernamentales ni a la cena de camaradería con la que el Centro Cultural suele cerrar
cada año de gestión.
Así de sencillo y buena gente era
Guillermo Jodar, como rezaba el documento o Willy como lo llamábamos
cariñosamente sus muchos amigos. Por sus generosas obras en beneficio de la
comunidad el Centro Cultural, entidad que lo contaba como Protesorero, lo
distinguió en Diciembre de 2011 con un recordatorio con la significativa y
nunca tan merecida leyenda: “Honor al mérito”.
Sabés Willy que te vamos a extrañar, que tu terrena ausencia dejó un
vacío imposible de llenar como acusa el tango, que nos dará una singular
nostalgia en cada nuevo descubrimiento no haber divisado tu pequeña e inquieta
figura trepando a la escalera o desparramando el pegamento con el que se fijará
el testimonio que planeamos dejar. Como legado atesoramos tu infinita
disposición, tu cordialidad, tu trato respetuoso y tu generosidad a toda prueba
que me invitan a pedirle a quienes te conocieron una respuesta…Si este no fue
un tipazo, los tipazos…¿Donde están?
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