miércoles, 10 de abril de 2013

¡Chau…Willy!


Por Rubén Fiorentino
No es fácil hilvanar las palabras cuando el dolor es hondo y está todo tan fresco aún. Si bien sabíamos que era previsible que ocurriera lo que fatalmente sucedió, siempre esperábamos el milagro de volver a verlo prendido al talle de una dama en esas milongas callejeras que lo contaban como uno de sus protagonistas.
Vivió prodigándose a su prójimo al mejor estilo cristiano, crió a sus nietos, se brindó por el Colegio 501 de Martínez de chicos con capacidad diferente haciendo las tareas que se requirieran, albañil, pintor, plomero, carpintero o acaso burlándose de los años acumulados, oficiando de aventajado cadete realizando trámites de toda índole. Cuidó con celo la Plaza 9 de Julio volviendo a hacer andar esa fuente tan característica que había dejado de funcionar y tantas cosas más. 
Que decir la labores desplegadas en el Centro Cultural que fueron desde la colocación de placas a los referentes del tango, trepándose con sus ochenta y tantos a cuestas a escaleras con la agilidad de un muchacho, ubicando las pertenencias de la institución, ya sin un espacio físico propio, en lugares seguros para poder rescatarlas un día o cobrando deudas pendientes cosa que parecía imposible concretar. 
Pero claro, más importante que todo lo enunciado es habernos regalado su don de gente que lo acompañaba en cada uno de sus actos como si fuera su sombra.  Las “tabas” cada vez le daban menos pero no faltaba a las semanales citas con la milonga en su adorada plaza. Tampoco dejó de concurrir a la reunión anual organizada por el ejecutivo comunal en reconocimiento a las entidades no gubernamentales ni a la cena de camaradería con la que el Centro Cultural suele cerrar cada año de gestión. 
Jorge Gatti lo apodó “el pegador” por las placas que colocara dedicadas a recordar el centenario de la fundación de la Plaza 9 de Julio, la que se le tributara a esa trilogía de cantores que moró en Martínez, Aldo Campoamor, Argentino Ledesma y Roberto Rufino, la que en el barrio “La Calabria” de San Isidro recuerda a Raúl Iriarte y las que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires distinguen los sitios donde vivieran Roberto Grela y Juan D´Arienzo. A propósito de esta última hay una inolvidable anécdota que no quiero dejar de narrar. Era la hora señalada para el descubrimiento, estaban presentes entre otros el Secretario de Cultura de la metrópoli, los ex cantores del “Rey del compás” Horacio Palma y Osvaldo Ramos, la sobrina nieta del autor de El vino triste, Patricia, la viuda de Jorge Vidal, el músico y compositor Primo Antonio y algunas otras personalidades que escapan a mi memoria. Por el Centro Cultural, Gatti y un servidor tratando de hacer de anfitriones a un descubrimiento que se dilataba por falta de placa y “pegador”. Cuando era pibe mi madre y las madres de mis amigos solían decir, cuando nos portábamos mal, que: “le íbamos a hacer salir canas verdes”. Yo no se si fueron verdes pero en esos minutos largos que se estiraba la cosa el conductor de Gattitango y un servidor envejecieron no menos de un año, hasta que al fin, vimos aparecer la cansina y parsimoniosa figura de Willy con la placa envuelta en papel madera bajo el brazo y el alma nos volvió al cuerpo. Sucede que nuestro amigo tenía una antigua visión del tiempo que el colectivo 60 empleaba en llegar desde la Zona Norte del Gran Buenos Aires a ese barrio capitalino, cuando había muchos menos vehículos en la calle y fuera de las denominadas horas pico y claro... tardó mucho más de lo que había calculado. Sin darse mucha prisa procedió a realizar la tarea que le fuera encomendada, mientras nosotros sudábamos la gota gorda, hasta que el acto finalmente se concretara. 


Así de sencillo y buena gente era Guillermo Jodar, como rezaba el documento o Willy como lo llamábamos cariñosamente sus muchos amigos. Por sus generosas obras en beneficio de la comunidad el Centro Cultural, entidad que lo contaba como Protesorero, lo distinguió en Diciembre de 2011 con un recordatorio con la significativa y nunca tan merecida leyenda: “Honor al mérito”.  Sabés Willy que te vamos a extrañar, que tu terrena ausencia dejó un vacío imposible de llenar como acusa el tango, que nos dará una singular nostalgia en cada nuevo descubrimiento no haber divisado tu pequeña e inquieta figura trepando a la escalera o desparramando el pegamento con el que se fijará el testimonio que planeamos dejar. Como legado atesoramos tu infinita disposición, tu cordialidad, tu trato respetuoso y tu generosidad a toda prueba que me invitan a pedirle a quienes te conocieron una respuesta…Si este no fue un tipazo, los tipazos…¿Donde están?        

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