domingo, 28 de octubre de 2012

“EL ABUELOS TANGO CLUB”

CRONICA
Por Rubén Fiorentino

Una vez más el Centro Cultural se reencontró con el público de Zona Norte. Fue ayer, sábado 27 de Octubre en una casa muy querida por todos, el “Club Los Abuelos de Beccar” donde a través de su embajada artística recibió las muestras de la estima que se supo ganar a lo largo de tantos años de bregar en pos de esta música nuestra que nos identifica en el mundo.
Con la fórmula repetida de integrar a los noveles intérpretes con los que ya tienen transitado un largo camino en el género, encaramos el desafío de mostrarnos en esta, a veces olvidada, ciudad del Partido de San Isidro. Un imprevisto nos impidió contar con el concurso del guitarrista Héctor Moreno pero Carlos Rubén Salazar supo, con su profesionalidad acostumbrada, disimular la ausencia, a punto tal que cualquier desprevenido acaso ni la haya notado. Fue precisamente el músico de San Fernando quien, tras las palabras de bienvenida y agradecimiento a los anfitriones de Jorge Gatti y un servidor, abrió musicalmente la noche con dos instrumentales, Silbando y El último café que naturalmente arrancaron los primeros aplausos de los presentes.


Llegaba luego una cancionista de la nueva generación, Marcel Duval, llamativa figura, funyi oscuro sobre la cabeza y una juventud que le desbordaba por los poros. No obstante sorprendió abordando viejos temas como Las cuarenta, Arrabalera, Se dice de mí y Atenti pebeta con una personalidad propia de un veterano.



Por supuesto que la concurrencia ya comenzaba a hacer entrar en calor las manos para premiar tamaña entrega, cosa que invariablemente se iba a repetir por el resto de la noche. El programa contemplaba luego la presencia de Lucio Arce, un particular artista contemporáneo, muy difícil de encasillar. Si me apuraran en un juicio diría que es algo así como “el Rodolfo Zapata del tango”…El cantautor demuestra un amplio conocimiento de las raíces del tango tradicional y sobre él se apoya para concebir nuevas opciones, no exentas de hilaridad por lo ocurrente de cada una de sus salidas donde la ironía también dice presente. Así fueron uno a uno escuchándose títulos de su cosecha como El pibe nos va a salvar, Heredar y A la salida del cabaret, que fueron creando el clima propicio entre un artista de singular carisma con un soberano que estaba gozando con cada una de las interpretaciones.


Cuando parecía que iba a culminar su actuación invitó a un colega, Mario Gamarra para que se sumara a la actuación. No se hizo rogar éste y supo demostrar que no estaba errado quien le facilitó el micrófono. Una voz pequeña pero melodiosa escapaba de su garganta “al mejor estilo de Ángel Vargas”. El muchacho, representante de la vecina orilla, deleitó con Farolito de papel, Pibes con guitarra, tema de Arce, Tirate un lance para cerrar a dúo con Lucio con una página de Aieta y García Jiménez, Alma en pena. Quedaba aún el cierre y claro, no podía faltar El chorimán que de a poco fue comenzado a acompañar por la nutrida concurrencia que se asociaba de esa manera a la entrega del cantautor.


Vítores y aplausos dejaban el clima propicio para que Roberto Lot y Rosa Bustos “con la música enlatada” como dijera Gatti, sacaran viruta al piso con Come il faut primero y Quejas de bandoneón después.




Una pequeña pausa gastronómica interrumpió el programa por breves minutos, recomenzando después con el aporte poético de Margarita Sosa y quien estas líneas escribe. Una evocación a Homero Expósito de la dama y mis Pinceladas sanisidrenses fueron los temas abordados, necesario prólogo para que se alistara Esther Alí, “la turca” como cariñosamente la llamamos. Quienes sabemos de sus quilates estábamos convencidos de su éxito y no fue sorpresa para nosotros la algarabía que provocó su actuación. A pedido inició su actuación con Maula para seguir con De igual a igual, Desencuentro y Rebeldía que era la página que debía cerrar pero imprevistamente no fue así. El soberano manda y la cancionista sanfernandina tuvo que preparar nuevamente la garganta para regalarnos en su despedida Como dos extraños.




Restaba aún presentar al ansioso Miguel Ubaldón, “el patriarca de los cantores de Zona Norte” como expresara el conductor de la velada. El veterano intérprete de recordado paso por la jazz de Juan Carlos Moscón que no era otro que Juanca Tavera y la típica de Jorge Lomanto, con sus ochenta y dos años “sobre el lomo”, nos obsequió esas clásicas páginas siempre presentes en su repertorio, De puro curda, Cuando me entrés a fallar y La vieja serenata para rematar su actuación con Cobrate y dame el vuelto. Se admiraban colegas y público que Miguel, al “que las nieves del tiempo platearon su sien” sacaba su voz grave sin el mayor esfuerzo con la frescura de un jovencito a pesar del largo trayecto recorrido. Ya la noche había avanzado, algunos de los intérpretes se alejaban para cubrir otros compromisos y la despedida estaba cerca, no obstante hubo el broche danzante a cargo de Rosa y Roberto que revalidando sus antecedentes se lucieron dibujando sobre la pista esa milonga de antología que “Pichuco” nos legara, La trampera. Así se fue otra noche de tangos en Zona Norte que nos dejó a propios y extraños el dulce saber del grato momento vivido y la ansiedad porque pronto vuelva a reeditarse uno próximo en cualquier sitio que sea.



 



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