miércoles, 25 de mayo de 2011

El morocho de San Isidro

Por Esteban Fiorentino
Los viejos adoquines de la calle Liniers, donde viven mis abuelos maternos, seguramente sean los mismos, como los que forman el clásico empedrado que se mantiene en el casco histórico del partido. Acaso también lo sean, los naranjos que aún pueden observarse en distintas veredas de San Isidro y que tuvieron mejor suerte que el que se erguía frente a aquella casa.

Ambos fueron testigo de esta historia que por sencilla no deja de ser excepcional, la que une al ídolo máximo del canto popular rioplatense con el pago chico que este mes celebra sus fiestas patronales.

Cuenta el historiador local Jorge Tirigall, en San Isidro, algo de nuestro ayer, que Carlos Gardel se presentó en San Isidro en cinco oportunidades allá por 1933, siendo aquí precisamente donde actuó en público por última vez en tierras argentinas. Sin embargo, su relación con este departamento del Norte del Gran Buenos Aires es cerca de tres décadas anterior e incluso supera su efímera pero prodigiosa vida terrena.

Más allá de las interminables polémicas que suscita el origen del llamado “Morocho del Abasto”, para encarar este trabajo tomamos la versión oficial del Gardel francés, esa que defendía a muerte nuestro amigo y socio de Honor, el bandoneonista Miguel Bonano, quien acompañara al eximio cantor.

De acuerdo a esta versión, el joven Gardel habría trascurrido sus días escolares entre el Colegio San Carlos, de la obra salesiana (institución luego llamada Pío IX), y el San Estanislao, al que se cambia en 1904 y donde señala Gerardo Bra (en "¿Dónde nació Carlos Gardel?") sus calificaciones mejoran ostensiblemente, aunque no fueran especialmente malas en la primera escuela, pese a su tentación de “hacerse la rata”. Señala la leyenda que en allá por 1902 en los patios del San Carlos podía observarse a dos niños que compartirían no solo el cariño y el fervor popular sino un destino trágico y prematuro, el “Bronce que sonríe” y el beato Ceferino Namuncurá. Añade el relato que ambos compartieron el coro del colegio y otras clases, como catequesis. Entre las siluetas de varios chicos podía distinguirse la figura de un sacerdote que oficiaba de profesor. Aquí yace lo novedoso de la historia y de este primer lazo que une a Carlos Gardel con la historia comunal. Ese cura que guiaba a los jóvenes Carlitos, Ceferino y tantos otros era José Luis Castiglia, a quien San Isidro dedica un espacio público.

Padre José Luis Castiglia
Curiosamente, siempre me sorprendió la imponente estatua de un hombre mayor que comanda el centro de la plaza en la que disfruté juegos, paseos en bicicleta o calesita y que constituyen algunos de mis mejores recuerdos de la infancia. Recuerdo haber preguntado a mi abuelo quién era esa persona perpetuada en ese paseo que se halla escoltado por las calles Garibaldi, Alberti, Don Bosco y O´Higgins. Como ex alumno del Colegio “Santa Isabel” y como viejo vecino nacido en el barrio “La Calabria” de San Isidro, mi abuelo no podía confundirse: “es el padre Castiglia”.

Efectivamente, quien fuera docente de Gardel era el mismo que había fundado un “Oratorio Festivo” en 1903 para la instrucción de los más pequeños y que en 1926 pasaría a denominarse como en la actualidad, Colegio Santa Isabel.

Por otra parte, y más allá de los registros oficiales, las incursiones del “Morocho” por estas latitudes seguramente fueron más que las cinco que efectivamente identifican Tirigall y Zatti. Es ampliamente conocida su afición por el turf dada su amistad con el legendario jockey uruguayo Irineo Leguisamo, vecino del partido, por lo que sus visitas fueron varias. Sin embargo, es preferible desandar aquellas que guardan registros concretos.


 "Plaza Hotel" contruido sobre las ruinas del Cine "Acassuso"

Carlos Gardel incursionó por primera vez en San Isidro el 13 de mayo de 1933. El pago chico se aprestaba a vivir intensamente sus fiestas patronales con sus recordadas kermeses cuando, a escasos metros de la Plaza Mitre (conocida popularmente como Plaza del Reloj) escenario de las mismas, en la calle 9 de julio 533 se divisa la sombra del auto conducido por Antonio Sumage. Dicho vehículo llevaba al actor Vicente Padula y al ídolo al desaparecido Cine “Acassuso” donde se presentaría sin micrófono ante el menudo público (apenas trece filas completas) que aguardaba a Gardel, tras la proyección de Aquí sobra uno.


Exactamente un mes después, el 13 de junio de ese año, Gardel reincidiría. Ido Bentivogli, dueño del Cine Astro de la Avenida Santa Fe 1860, había firmado el contrato correspondiente con el apoderado del morocho cantor, José Razzano, de acuerdo a documentos obtenidos por el investigador local Mario Castro.

El propio Tirigall nos expone una curiosidad sobre esta presentación, siguiendo el relato de Enrique Leonardi, vecino cuya familia regenteaba el cine Select de dicha ciudad. El propietario del Cine Astro cedía la sala en ocasiones para que los acomodadores obtuvieran un premio extra. Uno de ellos, apellidado Galindo, había intercedido ante la esposa de Víctor Ruano, director de Radio Callao, para que fuera posible la actuación del cantor, aprovechando la vecindad de la pareja (vivía en la vieja calle América, actualmente Hipólito Irigoyen, cerca de Tres Sargentos, en Martínez). Luego de su presentación, y cuando ya enfilaba hacia la puerta, un grupo de acomodadores se acercó a Gardel para consultarle cuánto debía abonársele en concepto de cachet. El “Zorzal Criollo” esbozó su clásica sonrisa y no aceptó dinero alguno puesto que cualquiera hubiera sido la recaudación no alcanzaría para pagar sus servicios y se despidió recomendándoles que disfrutaran el dinero obtenido.

El antiguo Real Cine (hoy Cine Teatro Stella Maris) que posee la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos y Cultural “Dante Alighieri” de San Isidro en Martín y Omar 399 fue el escenario de la tercera presentación del “Mudo”. En la clásica sala sanisidrense actuó en la segunda quincena de septiembre de 1933 y volvió a hacerlo sin micrófono dado el caudal de su exquisita voz y la escasa concurrencia. No conforme con ello, a la salida del teatro, Gardel enfiló por Chacabuco. Transitó los adoquines que se topan con dicha sala en dirección opuesta, hacia el norte, hasta 9 de julio. Frente a sus ojos se erguía el antiguo Café La Covacha, de Mauricio Rodríguez, ubicado en Belgrano 300 en la esquina noroeste de su intersección con Acassuso y justo frente al mástil. Allí, junto a sus guitarristas, interpretó lo mejor de su repertorio para los parroquianos del lugar y los curiosos de ocasión para luego abonar la cuenta y perderse en la agonía de la noche.

La última vez que Gardel cantó en San Isidro coincidió con su adiós a nuestro país. Dos días antes de su partida hacia la gira de la que no retornaría, la noche del 5 de noviembre de 1933 su amigo Francisco Maschio ofreció un agasajo de despedida en el Stud Yeruá, Von Wernicke 3022, contiguo a su domicilio.

En dicha velada se dieron cita sus amigos los cuidadores y jockeys Ridella, Maschio, Vichera, Penna, Berazategui, Borgonovo, Mariotti, Leguisamo, Peluffo, Iberra y De Palma; Rodrigo y Caracciolo (veterinarios), los hermanos Ratti, su novia Isabel del Valle, Juan Bocasso, Emma Rodríguez, Adela Blasco Defino, Armando Defino, Gavasso, periodista de diario La Nación, el locutor de Radio Nacional Raúl Rosales, la orquesta típica de Edgardo Donato con su cantor Félix Gutiérrez, Santiago Roca y obviamente sus guitarristas Barbieri, Pettorossi, Riverol y Vivas.
Foto tomada en Stud Yeruá el 5 de noviembre de 1933

Al día siguiente el Zorzal grabó por última vez en la Argentina. Dejó impreso el vals “Tu diagnóstico” (Betinotti) y el tango “Madame Ivonne” (Cadícamo-Eduardo Pereyra) y luego se presentó en Radio Nacional. El 7 de noviembre, a bordo del vapor “Conte Biancamano” partió hacia Francia, para nunca retornar.


Sin embargo, su ligazón con San Isidro experimenta una historia póstuma. Al fervor y fanatismo de un pueblo eminentemente tanguero, se suma el recuerdo constante de sus admiradores. Una plaza lleva su nombre en Beccar, en la esquina de Guido y Roma, mientras que una calle se llama así en su honor en Boulogne (se extiende por apenas seis cuadras).

Plaza "Carlos Gardel", Beccar




Gabarrella, Arena y Fiorentino junto a busto de Gardel

Por su parte, un busto del “Zorzal Criollo” realizado por el escultor español Santiago de Santiago fue presentado en el Hipódromo de San Isidro el 11 de diciembre de 2006. El destino privó que Gardel cumpliera su promesa de asistir a su inauguración, realizada el 8 de diciembre de 1935.


Durante décadas de acopio y estudio, el malogrado difusor Rolando Polito (junto a su esposa Liliana Albornoz) se especializó en su figura y dio formato radial a su admiración con su ciclo “Mano a mano con Gardel”.

Desde 1992, “un tano más argentino que el dulce de leche” como Mario Calónico, presidente de la Sociedad Italiana local, organiza anualmente un homenaje artístico musical en la sala de la entidad al evocarse un nuevo aniversario de su paso a la inmortalidad. Esta iniciativa se vio robustecida con el acompañamiento de la Asociación “Hijos y Amigos de San Isidro” y, especialmente, del Centro Cultural del Tango Zona Norte, desde su creación en 1997.

Precisamente estas dos últimas entidades tomaron la posta de perpetuar su paso en la memoria colectiva. A la placa evocativa colocada por la primera, el 24 de junio de 1989, se suma la del Centro Cultural, quince años más tarde. A su vez, esta institución ha colocado otra cerámica donde actuara por última vez Gardel, en la construcción de la calle Von Wernicke que aún se conserva, propiedad de la firma JP Urruti & Asociados.
En virtud de este cariño manifiesto, cómo no conmoverse por lo generado por un artista con mayúsculas a más de tres cuartos de siglo de su partida. Cómo sustraerse a pensar que alguna de las personas mayores que suelo toparme por la calle se hayan encontrado con el “Zorzal” siendo niños o que los viejos y desgastados adoquines que hoy piso sean los mismos que transitó el máximo ídolo del canto popular hace casi ochenta años.

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