Por Esteban Fiorentino
Los viejos adoquines de la calle Liniers, donde viven mis abuelos maternos, seguramente sean los mismos, como los que forman el clásico empedrado que se mantiene en el casco histórico del partido. Acaso también lo sean, los naranjos que aún pueden observarse en distintas veredas de San Isidro y que tuvieron mejor suerte que el que se erguía frente a aquella casa.
Ambos fueron testigo de esta historia que por sencilla no deja de ser excepcional, la que une al ídolo máximo del canto popular rioplatense con el pago chico que este mes celebra sus fiestas patronales.
Cuenta el historiador local Jorge Tirigall, en San Isidro, algo de nuestro ayer, que Carlos Gardel se presentó en San Isidro en cinco oportunidades allá por 1933, siendo aquí precisamente donde actuó en público por última vez en tierras argentinas. Sin embargo, su relación con este departamento del Norte del Gran Buenos Aires es cerca de tres décadas anterior e incluso supera su efímera pero prodigiosa vida terrena.
Más allá de las interminables polémicas que suscita el origen del llamado “Morocho del Abasto”, para encarar este trabajo tomamos la versión oficial del Gardel francés, esa que defendía a muerte nuestro amigo y socio de Honor, el bandoneonista Miguel Bonano, quien acompañara al eximio cantor.

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Padre José Luis Castiglia |
Curiosamente, siempre me sorprendió la imponente estatua de un hombre mayor que comanda el centro de la plaza en la que disfruté juegos, paseos en bicicleta o calesita y que constituyen algunos de mis mejores recuerdos de la infancia. Recuerdo haber preguntado a mi abuelo quién era esa persona perpetuada en ese paseo que se halla escoltado por las calles Garibaldi, Alberti, Don Bosco y O´Higgins. Como ex alumno del Colegio “Santa Isabel” y como viejo vecino nacido en el barrio “La Calabria” de San Isidro, mi abuelo no podía confundirse: “es el padre Castiglia”.
Efectivamente, quien fuera docente de Gardel era el mismo que había fundado un “Oratorio Festivo” en 1903 para la instrucción de los más pequeños y que en 1926 pasaría a denominarse como en la actualidad, Colegio Santa Isabel.
Por otra parte, y más allá de los registros oficiales, las incursiones del “Morocho” por estas latitudes seguramente fueron más que las cinco que efectivamente identifican Tirigall y Zatti. Es ampliamente conocida su afición por el turf dada su amistad con el legendario jockey uruguayo Irineo Leguisamo, vecino del partido, por lo que sus visitas fueron varias. Sin embargo, es preferible desandar aquellas que guardan registros concretos.
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"Plaza Hotel" contruido sobre las ruinas del Cine "Acassuso" |
Carlos Gardel incursionó por primera vez en San Isidro el 13 de mayo de 1933. El pago chico se aprestaba a vivir intensamente sus fiestas patronales con sus recordadas kermeses cuando, a escasos metros de la Plaza Mitre (conocida popularmente como Plaza del Reloj) escenario de las mismas, en la calle 9 de julio 533 se divisa la sombra del auto conducido por Antonio Sumage. Dicho vehículo llevaba al actor Vicente Padula y al ídolo al desaparecido Cine “Acassuso” donde se presentaría sin micrófono ante el menudo público (apenas trece filas completas) que aguardaba a Gardel, tras la proyección de Aquí sobra uno.
Exactamente un mes después, el 13 de junio de ese año, Gardel reincidiría. Ido Bentivogli, dueño del Cine Astro de la Avenida Santa Fe 1860, había firmado el contrato correspondiente con el apoderado del morocho cantor, José Razzano, de acuerdo a documentos obtenidos por el investigador local Mario Castro.

La última vez que Gardel cantó en San Isidro coincidió con su adiós a nuestro país. Dos días antes de su partida hacia la gira de la que no retornaría, la noche del 5 de noviembre de 1933 su amigo Francisco Maschio ofreció un agasajo de despedida en el Stud Yeruá, Von Wernicke 3022, contiguo a su domicilio.
En dicha velada se dieron cita sus amigos los cuidadores y jockeys Ridella, Maschio, Vichera, Penna, Berazategui, Borgonovo, Mariotti, Leguisamo, Peluffo, Iberra y De Palma; Rodrigo y Caracciolo (veterinarios), los hermanos Ratti, su novia Isabel del Valle, Juan Bocasso, Emma Rodríguez, Adela Blasco Defino, Armando Defino, Gavasso, periodista de diario La Nación, el locutor de Radio Nacional Raúl Rosales, la orquesta típica de Edgardo Donato con su cantor Félix Gutiérrez, Santiago Roca y obviamente sus guitarristas Barbieri, Pettorossi, Riverol y Vivas.
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Foto tomada en Stud Yeruá el 5 de noviembre de 1933 |
Al día siguiente el Zorzal grabó por última vez en la Argentina. Dejó impreso el vals “Tu diagnóstico” (Betinotti) y el tango “Madame Ivonne” (Cadícamo-Eduardo Pereyra) y luego se presentó en Radio Nacional. El 7 de noviembre, a bordo del vapor “Conte Biancamano” partió hacia Francia, para nunca retornar.

Sin embargo, su ligazón con San Isidro experimenta una historia póstuma. Al fervor y fanatismo de un pueblo eminentemente tanguero, se suma el recuerdo constante de sus admiradores. Una plaza lleva su nombre en Beccar, en la esquina de Guido y Roma, mientras que una calle se llama así en su honor en Boulogne (se extiende por apenas seis cuadras).
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Plaza "Carlos Gardel", Beccar |
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Gabarrella, Arena y Fiorentino junto a busto de Gardel |
Por su parte, un busto del “Zorzal Criollo” realizado por el escultor español Santiago de Santiago fue presentado en el Hipódromo de San Isidro el 11 de diciembre de 2006. El destino privó que Gardel cumpliera su promesa de asistir a su inauguración, realizada el 8 de diciembre de 1935.
Durante décadas de acopio y estudio, el malogrado difusor Rolando Polito (junto a su esposa Liliana Albornoz) se especializó en su figura y dio formato radial a su admiración con su ciclo “Mano a mano con Gardel”.
En virtud de este cariño manifiesto, cómo no conmoverse por lo generado por un artista con mayúsculas a más de tres cuartos de siglo de su partida. Cómo sustraerse a pensar que alguna de las personas mayores que suelo toparme por la calle se hayan encontrado con el “Zorzal” siendo niños o que los viejos y desgastados adoquines que hoy piso sean los mismos que transitó el máximo ídolo del canto popular hace casi ochenta años.
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