jueves, 2 de septiembre de 2010

"Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo..."

Por Rubén Fiorentino

No es sencillo, para quien estas líneas escribe tratar de darle formas al recuerdo del amigo que impensadamente emprendió la gira final. Confiado que superarías los problemas de salud que te aquejaban no pude más que sorprenderme primero y acongojarme, apenas salí de mi estupor, cuando un llamado telefónico sacudió anoche el cauce natural de una habitual reunión de CD del Centro Cultural del Tango Zona Norte confiándome la ingrata nueva. Partió José Luis “Chiche” Philipp y el tango todo lo llora. Se fue el coleccionista obsesivo, el bandoneonista de escuela, el compositor exquisito y el conocedor profundo de todo lo que hace a la cosa ciudadana.
En carne propia comienzo a sentir la ausencia de un ser que supo ilustrarme en mis comienzos en la radiofonía poniéndome al tanto de historias, anécdotas, vivencias y detalles de color de los cultores de esta música nuestra patrimonio cultural de la humanidad. Te tuve alguna vez muy cerca brindando con tus conocimientos apoyo logístico en mi ciclo radial “Abriendo un Camino” y siempre cerca en los afectos. También me sentí profundamente honrado cuando en los estudios de la vieja FM Santa Rita presentaste por primera vez para Zona Norte tu creación “El tango aquel”, por entonces, corría 1998, concursando en Mar del Plata en el certamen de tangos inéditos “Enrique Santos Discépolo”. El tema tuvo buen suceso y a la postre ocupó la cuarta posición entre centenares de obras que compitieron buscando el cetro. También otra obra suya “Tiempo tango”, composición instrumental grabada por la orquesta de Beba Pugliese ("Sueños y sombras", 1995) de la que por ese tiempo era parte, cortinó cada bloque del programa durante buena parte de los diecisiete años que permaneció el ciclo en el aire. Luego el paso por el Octeto San Telmo, conjunto de notables que también supo de su concurso aportando con su viejo bandoneón primero y luego con el que le adquiriera a los familiares del extinto Miguel Bonano, instrumento del que se sentía orgulloso.
Tampoco debo olvidar el acompañamiento siempre eficiente que brindaba a cantores y cancionistas, muchos de los cuales como Norma Labat lo hicieron partícipes de sus trabajos discográficos. O acaso el aporte musical que hicieran junto al guitarrista Julio Pérez y el tecladista Roberto Osés en mi obra “La mujer en el tango” presentada en el cine Stella Maris primero y en el teatro “Del Viejo Concejo” después, la participación en el acto institucional conjunto plasmado por el Centro Cultural con a la entidad uruguaya Perfiles de Tango donde le tocó acompañar nada menos que a la consagrada Nina Miranda, o quizá la más reciente participación, el pasado 24 de Junio, recordando a Gardel en la firma J. P. Urrutti & Asociados, otrora sede del stud Yeruá, lugar sanisidrense donde “El zorzal” cantó por última vez en público, antes de emprender la gira de la que no regresaría. En esa oportunidad nos regalaron, con el guitarrista Rubén Salazar, con quien compartió la responsabilidad de ponerle música la velada, una inolvidable versión de dos clásicos, Danzarín y Comme il Faut, sin contar el profesional y eficiente acompañamiento a los cantores Ángel Gazzán y Héctor Moyano y a las cancionistas Bety País y Marta Cortés.
Por nuestros tiempos diferentes pasamos largas temporadas de no tener ese contacto que avivaba nuestro mutuo afecto, pero quizá el destino me empujó para que en los momentos postreros tuviésemos esa cercanía. No voy a olvidar nunca tu cara de satisfacción cuando en la habitación que guardabas tu convalecencia te entregué sendas fotos tomadas en diferentes reuniones, estrechando entre tus manos a tu amigo más querido, el bandoneón… Me anticipaste que llegaban justas y se las ibas a acercar al historiador Jorge Tirigall quien esta trabajando en un libro sobre San Isidro y el tango. También me pediste y te concedí el teléfono del difusor Jorge Leive con quien querías disculparte por un desencuentro no deseado y me obsequiaste algunas horas de tu siempre ilustrativa charla en ese, tu forzoso enclaustramiento.
Me quedarán por siempre tus enseñanzas, el inmenso placer de haberte conocido y el afecto siempre sincero de tu amistad, aunque no haya podido estar contigo para ese sentido y doloroso chan, chan de la despedida. Tuvo que ser así nomás, con los días a la vista, la escoba cruel de la vida no te dejó formar las setenta primaveras, momento que aguardábamos todos cuantos te apreciábamos para agasajarte y rodearte de ese afecto que te supiste ganar con tu hombría de bien y tu fina sensibilidad humana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gran maestro, fiel amigo de una gran memoria que siempre quedará en el recuerdo! muy lindo homenaje.

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