Crónica
por Rubén Fiorentino
No es que pretenda referirme a la
magnífica obra de Osvaldo Fresedo y tango emblema del Centro Cultural del Tango
Zona Norte ni tampoco al Racing Club de Avellaneda brillante puntero del torneo
de fútbol organizado por la superliga. Lo tomé como título alusivo de lo que
sucediera anoche en el Salón de los Angelitos de la “Casa Mayor del Tango”.
Era una cita a la que no podíamos estar
ausentes y la entidad que tengo el orgullo de conducir así lo entendió llegando
a la sede de la Avenida de Mayo con un nutrido grupo de representantes.
Comenzando por las damas, como
corresponde, Judith Panigazzi, y Liliana Desanto a las que se sumaron Jorge
Villar, Héctor Moyano, Jorge Gatti y un servidor.
Un personaje muy ligado a los afectos iba
a ser ungido Académico de Honor y la ocasión requería que estuviésemos allí
para contribuir a darle marco.
Néstor Fabián, flamante octogenario estaba
presente para recibir el tributo de mano del presidente Gabriel Soria y
cosechar el afecto de todos cuantos por esa exclusiva causa, nos reunimos.
Con un total de asientos ocupados y mucha
gente de pie, entre los que nos contabámos pues los medios de transporte públicos
que nos acercaron nos jugaron una mala pasada, estábamos nosotros.
Muchas caras amigas había alrededor y
figuras reconocidas del ambiente como Rodolfo Lemos, Gerardo Emilio, Martín
Alvarado, Alberto“Chino” Hidalgo, Gabriela Alejandra Malussa, Ana Medrano, Luis
Filipelli, Nora Lafont, Horacio Cavarcos, Rubén Reale, Carlos Alio, Aldo Bloise
y nuestros socios de Honor Primo Antonio, Marcelo Guaita, Roberto Chaleán,
Guillermo Galvé, Gabriel Soria y el propio Fabián.
Entre anécdotas relatadas con una
espontaneidad insuperable, imágenes que ponía en pantalla el siempre eficiente
Walter Piazza y canciones surgidas desde el disco o acaso en vivo cuando Julián
Hermida y su guitarra y Walter Ríos con el bandoneón de “Pichuco” le pusieron
marco musical a la voz de “Pichi” al que los años no hicieron merma en su
registro vocal, al contrario, lo suyo se asemeja a los buenos vinos que cuanto
más añejos saben mejor.
Entre aplausos, vítores y porque no,
alguna lágrima de emoción, trascurrió una jornada que perdurará en el recuerdo
de cuantos tuvimos la dicha de asistir.
Luego vendrían las fotos y los saludos que
prolongarían esa despedida que ninguno quería que aconteciera.
Fotos gentileza Jorge Villar, Silvia Adriana Zappia y Rubén Fiorentino
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