Por Rubén Fiorentino

Venía de cultivar un género distinto, el jazz, integrando la formación que dirigía el acordeonísta Juan Carlos Moscón, devenido con los tiempos en formidable poeta del tango como Juanca Tavera. Una orquesta de tangueros aquella, haciendo otra cosa distinta a su sentir interior que inevitablemente afloraba en cada ocasión que resultara propicia.
Lo conocí hace casi veinte años en la desaparecida FM Santa Rita donde llegaba de la mano de su director, Rafael Zarlenga, sitio donde un servidor con sus hijos llevaba adelante el ciclo tanguero "Abriendo un camino".

Un hito, ya en la pendiente de su carrera, constituye ese CD al que sí pudiste acceder a título personal y cuya carátula ilustraron mis hijos. En realidad fueron dos, una formal y otra con una caricatura realizada por computadora (para hacerlo más modesto, confeccionada en Paint), ante la urgencia que revistaba un inminente viaje al Sur del país, a las ciudades de Trevelín y Esquel, y donde se veía tu larga figura en actitud de canto y la leyenda "El cantor de Buenos Aires", uno de sus caballitos de batalla, convertido en título de embajador de estos pagos.

Ambos participábamos de las clásicas serenatas organizadas por la Asociación "Hijos y Amigos de San Isidro" y en varias ocasiones coincidimos, él con su canto y yo con mi glosa en la dama homenajeada cosa que nos ponía felices por esa situación.
Hace un tiempo sus problemas de movilidad y otros achaques lo tenían un tanto marginado de la actividad y eso seguramente le afectaba porque lo que hacía lo realizaba con gusto y pasión a la vez. Cada 5 de Marzo me apresuraba a llevarle mi saludo por un nuevo aniversario que coincidentemente es la fecha en que también nació mi hijo mayor, Esteban.
Seguramente fue la última vez que hablamos, el destino quiso que "la máquina" le dejara de funcionar y me duele en el alma. Se fue un grande, nos dejó Don Miguel Ubaldón y un vacío inmenso se apoderó del cuore.
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