Crónica por Rubén
Fiorentino
La cita de cada mes de Marzo en el Colegio
de Abogados de San Isidro para homenajear a la mujer, amenaza con convertirse
en un clásico lugareño.
La jornada de anoche empero no puede
rotularse como una más. Si tengo que arriesgar un calificativo que le cuadre me
juego a afirmar que fue brillante, superlativa…
Un póker de talentosas cantantes rayaron
a la altura de las mejores y los músicos que no se limitaron solo al rol de
acompañar sino también a ser protagonistas, no le fueron en zaga.
Si a ello agregamos un afiatado coro
producto del esforzado trabajo de su directora
Alejandra Leukert y la aplicación de cada uno de sus integrantes, más la
tarea desplegada en la conducción por la consagrada Graciela Raffa el resultado
final no podía ser otro.
Cuando el tango “De academia”, emblema
de nuestra entidad, dejó oír sus primeros compases el silencio ganó la sala que
ya palpitaba lo mucho y bueno que le entregarían los artistas esa mágica noche.


Tuve tiempo también de recordar hechos
pretéritos como el relato amenizado por danzas y canciones que fue “La mujer en
el tango”, obra con guion escrito por un servidor, basada en el pormenorizado
trabajo de investigación de la Sra. Margarita Sosa.
Relaté que se puso en escena en dos
oportunidades, la primera que ganaba la consideración popular, hace algunos
años, en el cine-teatro Stella Maris en víspera del Día de la madre” y la otra
en el teatro “Del Viejo Concejo” que yo, con fundado criterio, presentaba como
un antecedente válido de nuestro reconocimiento a las damas, que derivara
posteriormente, en estos anuales homenajes que con regularidad se
realizan. Tal vez había muchas cosas más para agregar pero la gente había
llegado para apreciar la labor de los artistas y no debía dilatar la cosa. Solo
me di tiempo para agradecer a las muchas personas que se habían dado cita en la
vieja casa de la calle Martín y Omar privilegiándonos sobre promocionado
espectáculo que simultáneamente se estaba desarrollando en instalaciones del
circo hípico de la ciudad.

Hacía bastante que no convocábamos a dos
excelentes músicos de esta parte del conurbano, Carlos Rubén Salazar y Rubén
“Pocho” Villegas y era momento que lo hiciéramos nuevamente. La última vez que
aconteciera se produjo en el vecino partido de San Fernando, en ocasión que
descubriéramos una placa a un ilustre vecino de ese pago como fuera Francisco
Pracánico. En la oportunidad citada, acompañaron magistralmente a los cantores
Edmundo “Muni” Rivero y Horacio del Solar.
Luego del necesario prólogo previo que
hizo de ambos Graciela Raffa comenzaron las interpretaciones que tuvieron como
punto de partida a Milonguita, que “Pocho” dedicara a todas las damas, y que
continuó con Quejas de bandoneón, Danzarín, Romance de barrio y Milonga
sentimental. Cabe acotar que solo se habían propuesto hacer dos temas de
presentación pero sus interpretaciones debieron prolongarse con más páginas por
pedido expreso de los asistentes que estaban gozando con tanto talento.


La noche estaba aún en pañales porque faltaba
mucho todavía para arribar al final,

Narrar los dones canoros de esta exquisita muchacha sería casi una redundancia que sumados a su naturalidad y simpatía hacen un todo casi perfecto. De su privilegiada garganta fueron surgiendo páginas como La última curda, La última, Milonga sentimental para culminar con La luz de un fósforo que acaso no era, por la palidez que produce una cerilla encendida, suficiente para relatar una actuación tan brillante, tan bonita como las flores que le entregó Ricardo Demelli.
Con el solo ánimo de matizar las
versiones cantadas con temas instrumentales regresaban al escenario a
continuación Salazar y Villegas para tocar como ellos solo pueden hacerlo Gallo
ciego y 9 de Julio.
Le restaba aún una perla al collar de la
noche y Carolina Martínez no se hizo rogar.
Reanudando su actividad como ella lo manifestara se sintió feliz de reintegrarse al grupo liderado por el amigo Claudio y en ese estado emocional nos ofrendó con una actuación que no olvidaremos por mucho tiempo. Como dos extraños inició la ronda de sus ofrendas que continuó con Sin lágrimas, Y todavía te quiero y culminó en Naranjo en flor, agradeciendo luego a Salazar y Villegas que le habían puesto marco a su actuación. En tanto Jorge Gatti subía al escenario para materializar el reiterado obsequio floral.
Reanudando su actividad como ella lo manifestara se sintió feliz de reintegrarse al grupo liderado por el amigo Claudio y en ese estado emocional nos ofrendó con una actuación que no olvidaremos por mucho tiempo. Como dos extraños inició la ronda de sus ofrendas que continuó con Sin lágrimas, Y todavía te quiero y culminó en Naranjo en flor, agradeciendo luego a Salazar y Villegas que le habían puesto marco a su actuación. En tanto Jorge Gatti subía al escenario para materializar el reiterado obsequio floral.
Parecía todo dicho pero faltaba el
broche de oro, ese tiro del final, que a diferencia de lo manifestado por
Cátulo en sus versos, a nosotros nos salió perfecto. Cuatro damas cuatro, como
aquellos antiguos bailes de carnaval que duplicados en número, promocionaban
los afiches callejeros y un Naranjo en flor entonado a coro por ellas que “perdurará
en nuestros oídos como la más maravillosa música”- perdón por el “achaque” General-
pero me parecía la frase más auténtica para relatar aquello.
Manos enrojecidas
de tanto aplaudir tenía la concurrencia cuando los músicos se aprestaron a
hacer otro tanto. Claudio Parenti, integrado a Salazar y Villegas le dieron un
maravilloso cierre a la jornada, ejecutando como si toda la vida lo hubiesen
hecho juntos, Un placer y “El himno del Río de la Plata”, La cumparsita que
marcó el último momento musical de la noche. Vinieron luego los obsequios
florales a la Sra. Raffa que tan excelente trabajo de conducción realizara, de
manos de Moyano y a nuestras colaboradoras incansables, Sras. Willis y Tablado
que recibieron el obsequio que entregaron Demelli y yo respectivamente.

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