lunes, 23 de diciembre de 2013

Para disfrutar en el arbolito

Como es tradición a esta altura del año queremos regalarles un instante con la buena lectura. A modo de obsequio queremos compartir las obras que han resultado triunfadoras de nuestros anuales certámenes literarios y, además, hacer justicia con dichas páginas, difundiéndolas.
 
Es por ello que les ofrecemos el poema "Calle Corrientes" de Carlos Casellas, vecino de la ciudad de Buenos Aires. Usualmente utilizamos para las poesías una imagen similar a la empleada en el librillo que repartimos en la velada de celebración del Día Nacional del Tango donde dilucidamos los triunfadores de dicha contienda literaria. Sin embargo en la ocasión queremos convidarlos con una iniciativa del propio autor quien adosó a los hermosos versos de su soneto, la silueta de nuestro logo distintivo, fruto de la inspiración de Hugo Pendziuch.
 
 
 
Por otra parte, también queremos que aprecien este otro trabajo, un cuento de Alberto Mario Martinena, oriundo de Venado Tuerto (Santa Fe) quien se alzó con el premio mayor en el rubro y lleva por título "Dobló una esquina cualquiera". ¡Que lo disfruten..!
 
Derrochaba bichitos de luz la noche sabatina, unos pocos la tranqueaban solitarios, otros metejoneados soñaban amores en contramano, además no faltaban los que con la patrona emperifollada palpitaban el cuore de la Reina del Plata que te daba pases para los bailongos, el biógrafo, y estaban los que apilaban biyuya derrochando juergas en lujosos cabaret de pálidas lusantas y paponias querendonas entre el descorche de la champaña.  Un varón infanteriaba sin alzar palabras, sonreía buscando desdibujar las amarguras que le garpó la vida en el umbral del final.  En otros tiempos, con desplante descarado copó bancas sin fregarle un corno el entorno, hasta que el cubilete le volcó los dados para ser un punto cualquiera en viejo paño verde remendado y desteñido...  No tuvo otro espiante que arrugar apechugando el repecho, y aún pretendía que lo recordaran cuando con su pinta y pocas palabras sobraba para ser presencia ancha en cualquier milonga arrabalera.  Leones rayados, saco cortina, funyi, lengue con monograma, recuerdo de un metejón, y timbos que pisaban fuerte; pensar que por esos tacos no faltó algún serio que lo engayolara y dopo darle la polca del espiante en chancleta como güifaldo carbonieri mantenido a marroco y mate amago lagrimeando mishiadura.
Se le ensombrecieron los recuerdos cuando varios mocosos lo obligaron a mandarse contra las ruinas de un zaguán esquinero abandonado y de yapa se preguntaron:
-¿De dónde rajó ese cusifai---?
-Quizás de algún sainete, o el progreso que demolió el último conventillo---
Esa fue la contestación entre carcajadas de otro mal enseñado irrespetuoso- Aquella noche, mordiendo amarguras, se le desparramó la osamenta cuando alumbró los fasos ya que la minita del kiosco lo sobró como pulga de catrera ajena porque al no encajonar chirolas para el vuelto, tuvo que morfarse unos masticables que de dope no le emplomaron dos caries.
Tratando de apechugar la amarga retirada le estrechó los cinco al Chacabuco lustrín que arrinconado en una ochava no digería cómo esa muchachada floreaban la pinta calzando zapatillas y con colores de mino.  ¿Dónde archivaron aquellos charolados que con cortes, corridas y quebradas en cualquier milonga  mostraban los destellos de la noche porteña...?  El varón jamás se jugó en una reculada, pero esa madrugada lo encanaron cientos de evocaciones.  No podía ocultar el trago de lágrimas que humedecieron las sombras aquietadas.  El funyi se hizo compinche de un adiós, el lengue se humedeció como aquel atardecer cuando el varón enjugó el llanto por la viejita que buscó cultivar flores en los jardines del buen Jesús.  La noche le abanicó las trampas del destino con años espiantados entre la aburrida sonata de grillos, y la niebla del bajo se hizo testigo sin chamuyarle de ese dolor fulero para bancarlo...
Silbando un ayer de estrellas opacadas, orillando el riachuelo se perdió el último milonguero de una época en la que le hacían ronda así lucía sus cortes y quebradas... Dobló una esquina cualquiera acompañado por las sombras del olvido...

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