viernes, 20 de diciembre de 2013

Eternamente...


Por Esteban y Rubén Fiorentino

El poncho grana con ribetes pardos jamás volverá a ser el mismo.  Ese símbolo de austeridad y resistencia, regalo de Tita Merello,  entristecerá, perderá sus colores y matices.  Su idilio de más de cuarenta años con el ícono máximo de la canción popular femenina de nuestro país quedará en el recuerdo. Acaso la memoria de sus seguidores la rejuvenecerá en esa foto, eterna, de su rostro sonriente sobre el escenario, con en Zorzal, que le dio apodo, en la gola a punto de desplegar sus alas y levantar vuelo, y con los brazos extendidos, como el perpetuo abrazo del viejo General con su pueblo.

Las guitarras criollas,  fieles testigos de un tiempo ido, se convertirán en sus armas para vencer al olvido y esa casi extinta raza de juglares, los payadores (primera expresión canora popular), serán sus escuderos.  Juntos se erigirán en guardianes de la nostalgia y la tradición, ante el frenesí de la historia.  Volverán a detener el tiempo, una vez más, para que nos reencontremos con ese niño interior que subyace dormido en cada uno de nosotros al cautivante influjo de su voz…

 


Algunos la ponderarán como la cantora nacional por excelencia, otros dirán quizá que una calandria melodiosa anidó en su garganta para brindarnos sus trinos. Están los que juzgarán que fue la más grande de todos los tiempos y le trazarán un parangón femenino con “el bronce que sonríe”. Sobrevendrán acaso los que la idealicen como la muchacha que desde su Guaminí natal emprendió con su canto, el largo camino que la haría conquistar los corazones de un país que la idolatra. A mí se me ocurre pensar que fue un obsequio perecedero, con larga fecha de vencimiento, que nos hizo el Supremo, aquel 10 de Septiembre de 1911 para alegrarnos el alma. 

Su canto diáfano trasmitía ternura, amor por la tierra que la cobijaba.  Cómo no conmoverse por su talento, no dejarse llevar por la alborada campera de su trino. Oírla, nos remite a un solitario páramo de la pampa. Nos permite divisar sus colores, oler sus flores y escuchar el canto de sus pájaros, en una sinestesia sin igual. Quién, al oírla, no se ha transportado imaginariamente a un paisaje similar y ha tenido la tentación de percibir la brisa que acaricia los pastos, si ese mágico hechizo que representa cada una de sus interpretaciones parece sumergirnos en un cuadro de Molina Campos…



 




Otros resaltarán tu coraje para defender ideales, personalidad desbordante por cada uno de sus poros. Abordó todos los géneros musicales gestados en esta bendita tierra, se puso la camisa de los que no la tenían y cantó por ellos sin medir consecuencias. Padeció persecuciones y olvidos y lo soportó estoicamente.
 
 

 

Afiche de su presentación de 2009
Resurgió entre sus cenizas cual ave fénix con ese emblemático poncho rojo para grabar a fuego su nombre en el tan mentado libro Guiness como la extraordinaria artista que, con una centuria a cuestas, era capaz de d esbordar un recinto tan especial como el Luna Park de Buenos Aires. Y no me lo contó nadie estuve presente en sendos recitales que nos ofrendara en 2009 y 2011, comprobando la llegada que tenía a los mayores pero también a una juventud que la aplaudía de pie, enrojeciendo las manos para expresar la emoción que le provocaba la entrega de la artista.
 




Sabíamos que este día llegaría pero con un fanatismo rayano con el egoísmo nos resistíamos a aceptarlo. Alguno se animaba a gritarle el consabido “¡No te mueras nunca!” que también pensábamos nosotros pero no nos animábamos a expresar y ella sonreía, emocionada por el mimo. Te fuiste a descansar de ese largo derrotero al que te llevó la vida o tal vez a reunirte con los amigos de ayer, Gardel, Troilo, Canet, “Fiore”, Rivero, Centeya…

 


Tal vez, Nelly Omar, “la Gardel…”, la Descamisada, emprendió un nuevo viaje hoy en busca del amor. Seguramente fue a concretar el demorado reencuentro con Homero Manzi, quien hace años la aguarda…


Nosotros desde acá te recordaremos siempre cuando escuchemos Gardel Razzano, Rosa de Otoño, Parece mentira, Desde el alma y tantas más que ocuparía páginas y páginas enumerar. Sin dudas, dentro de un rato, el mes que viene o en diez años, cuando la magia del disco nos devuelva tu voz, se dirá como del gran Carlitos: “Cada día canta mejor”.


Pretendo despojarme de la tristeza cuando estas líneas escribo pero el nudo en la garganta que tengo desde que supe la noticia persiste porfiadamente en mi interior. Está muy fresco todo y la emoción supera holgadamente a la razón, la razón biológica que impone el fin de las cosas. Acaso se me ocurre despedirte con un “Chau, compañera Nelly” ojalá vuelvas un día convertida en millones en las gargantas de esperanzadas jovencitas que eleven al más alto lugar de privilegio al canto popular argentino.

 
 
 
 
Fotos de archivo personal y otras Gentileza de www.terra.om.ar, Videos obtenidos de YouTube, fuente reconocida a solo click

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