Por Esteban y Rubén
Fiorentino
El poncho grana con ribetes pardos jamás volverá a ser el
mismo. Ese símbolo de austeridad y
resistencia, regalo de Tita Merello, entristecerá, perderá sus colores y
matices. Su idilio de más de cuarenta
años con el ícono máximo de la canción popular femenina de nuestro país quedará
en el recuerdo. Acaso la memoria de sus seguidores la rejuvenecerá en esa foto,
eterna, de su rostro sonriente sobre el escenario, con en Zorzal, que le dio
apodo, en la gola a punto de desplegar sus alas y levantar vuelo, y con los
brazos extendidos, como el perpetuo abrazo del viejo General con su pueblo.
Las guitarras criollas,
fieles testigos de un tiempo ido, se convertirán en sus armas para
vencer al olvido y esa casi extinta raza de juglares, los payadores (primera
expresión canora popular), serán sus escuderos.
Juntos se erigirán en guardianes de la nostalgia y la tradición, ante el
frenesí de la historia. Volverán a
detener el tiempo, una vez más, para que nos reencontremos con ese niño
interior que subyace dormido en cada uno de nosotros al cautivante influjo de
su voz…
Algunos la ponderarán como la cantora nacional por
excelencia, otros dirán quizá que una calandria melodiosa anidó en su garganta
para brindarnos sus trinos. Están los que juzgarán que fue la más grande de
todos los tiempos y le trazarán un parangón femenino con “el bronce que
sonríe”. Sobrevendrán acaso los que la idealicen como la muchacha que desde su
Guaminí natal emprendió con su canto, el largo camino que la haría conquistar
los corazones de un país que la idolatra. A mí se me ocurre pensar que fue un
obsequio perecedero, con larga fecha de vencimiento, que nos hizo el Supremo,
aquel 10 de Septiembre de 1911 para alegrarnos el alma.
Su canto diáfano trasmitía ternura, amor por la tierra que la
cobijaba. Cómo no conmoverse por su
talento, no dejarse llevar por la alborada campera de su trino. Oírla, nos
remite a un solitario páramo de la pampa. Nos permite divisar sus colores, oler
sus flores y escuchar el canto de sus pájaros, en una sinestesia sin igual.
Quién, al oírla, no se ha transportado imaginariamente a un paisaje similar y
ha tenido la tentación de percibir la brisa que acaricia los pastos, si ese
mágico hechizo que representa cada una de sus interpretaciones parece
sumergirnos en un cuadro de Molina Campos…
Otros resaltarán tu coraje para defender ideales,
personalidad desbordante por cada uno de sus poros. Abordó todos los géneros
musicales gestados en esta bendita tierra, se puso la camisa de los que no la
tenían y cantó por ellos sin medir consecuencias. Padeció persecuciones y
olvidos y lo soportó estoicamente.
Afiche de su presentación de 2009 |
Resurgió entre sus cenizas cual ave fénix con ese emblemático
poncho rojo para grabar a fuego su nombre en el tan mentado libro Guiness como
la extraordinaria artista que, con una centuria a cuestas, era capaz de
d esbordar un recinto tan especial como el Luna Park de Buenos Aires. Y no me lo
contó nadie estuve presente en sendos recitales que nos ofrendara en 2009 y
2011, comprobando la llegada que tenía a los mayores pero también a una
juventud que la aplaudía de pie, enrojeciendo las manos para expresar la
emoción que le provocaba la entrega de la artista.
Sabíamos que este día llegaría pero con un fanatismo rayano
con el egoísmo nos resistíamos a aceptarlo. Alguno se animaba a gritarle el
consabido “¡No te mueras nunca!” que también pensábamos nosotros pero no nos
animábamos a expresar y ella sonreía, emocionada por el mimo. Te fuiste a
descansar de ese largo derrotero al que te llevó la vida o tal vez a reunirte
con los amigos de ayer, Gardel, Troilo, Canet, “Fiore”, Rivero, Centeya…
Tal vez, Nelly Omar, “la Gardel…”, la Descamisada, emprendió
un nuevo viaje hoy en busca del amor. Seguramente fue a concretar el demorado
reencuentro con Homero Manzi, quien hace años la aguarda…
Nosotros desde acá te recordaremos siempre cuando escuchemos
Gardel Razzano, Rosa de Otoño, Parece mentira, Desde el alma y tantas más que
ocuparía páginas y páginas enumerar. Sin dudas, dentro de un rato, el mes que
viene o en diez años, cuando la magia del disco nos devuelva tu voz, se dirá
como del gran Carlitos: “Cada día canta mejor”.
Pretendo despojarme de la tristeza cuando estas líneas escribo
pero el nudo en la garganta que tengo desde que supe la noticia persiste
porfiadamente en mi interior. Está muy fresco todo y la emoción supera
holgadamente a la razón, la razón biológica que impone el fin de las cosas.
Acaso se me ocurre despedirte con un “Chau, compañera Nelly” ojalá vuelvas un
día convertida en millones en las gargantas de esperanzadas jovencitas que
eleven al más alto lugar de privilegio al canto popular argentino.
Fotos de archivo personal y otras Gentileza de www.terra.om.ar, Videos obtenidos de YouTube, fuente reconocida a solo click
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