domingo, 30 de junio de 2013

Loco homenaje al "Zorzal" en San Isidro

Por Rubén Fiorentino

Fue fiesta la noche del 29 de Junio en San Isidro. Fue fiesta porque nos juntamos nosotros, los del tango, y fue doble la alegría que provocan este tipo de reuniones porque el que nos convocaba no era otro que ese “francesito” inventado por el ideario colectivo, según el poeta Humberto Constantini. Vale recordar que ya es un clásico zonal este, que comenzó una ya lejana jornada del mes que además del invierno nos trae el recuerdo de un cantor, el más grande de todos, quien a partir de los luctuosos sucesos de Medellín se convirtiera en un mito. Fue en el año 1992 por iniciativa del “tano” Mario Calónico, calabrés él y “fana” N° 1 del “morocho” que podemos disfrutar de este hecho más que justiciero. Fue el nombrado quien contagió su entusiasmo a algunos compatriotas y otros muchos allegados para concretar este sentido homenaje que se repite invariablemente cada año calendario. Ya son veintiuno los años transcurridos desde aquel inolvidable día y veintidós las jornadas de recordación concretadas. Por eso según la acepción lúdica que se le da al número, la justificación del título de la nota.
En rigor a la verdad nada dejó de ser coherente anoche, desde un jerarquizado elenco, una cuidada organización y un espectacular marco que brindó el público colmando las instalaciones del viejo cine Real, hoy cine teatro Stella Maris, donde un 22 de Septiembre de 1933 el destinatario del homenaje ofrecía su arte a la ávida platea sanisidrense. Poco después de la hora veinte se iniciaba el espectáculo anunciado como de costumbre por Rafael Ruffet y con la voz que cada día canta mejor como fondo.  Le seguiría un debut absoluto sobre el escenario de la vieja sala. Era la Banda Escuela de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos y Cultural “Dante Alighieri” dirigida por el maestro Hernán Ghiotto la encargada de inaugurar artísticamente la reunión siendo ésta su primera presentación ante el soberano. Este numeroso grupo portando instrumentos tales como flautas, clarinetes, saxos, teclados, trombones y baterías no tradicionales para el tango, nos comenzaron a deleitar con clásicos del cancionero porteño. Hasta se dieron el lujo de mostrarnos una excepcional cantante como se nos reveló la joven Alejandra Leukert. Demás está decir los aplausos bajaron a raudales desde las viejas plateas acariciando los oídos de la novel formación.
El programa cuidadosamente preparado por Calónico anunciaba varios números de canto, baile y ejecución para amenizar la jornada y no se harían desear ellos. Cronológicamente les tocó el turno a Érika Medina y Martín Victoria para desarrollar todas sus habilidades coreográficas al son de la música. En verdad rindieron con excelencia la prueba a juzgar por las muestras de aprobación que espontáneamente surgían de los presentes. En tanto esto acontecía, Ruffet se encargaba de revelar la presencia en la sala de autoridades, representantes de la prensa y de numerosas entidades que no quisieron perder la oportunidad de asociarse a esta fiesta.
Yamila Asero, una de las “perlas del tango” de nuestro amigo Claudio Durán,  sería la primer solista femenina que irrumpiría en la noche y seguramente se recordará con regocijo haberla visto desplegar los trinos que surgían de su privilegiada garganta. No por nada en alguna oportunidad resultó vencedora del certamen de cantantes y cancionistas “Hugo del Carril”. La muchacha se lució en un puñado de interpretaciones, bien secundada por su tecladista Juan Ignacio Esteguy, también resultó reconocido por los vítores y aplausos que despertó la presentación. En momentos que el auditorio estaba atrapado por la actuación de la cantante, quienes estábamos entre bambalinas no podíamos disimular la nerviosidad aguardando a Carolina Martínez, a la que problemas de tránsito habían demorado. Prestos a superar la contingencia Érika y Martín nuevamente salían al ruedo para desplegar todo el bagaje de movimientos elegantes y armónicos que dibujaban sobre la pista sus extremidades inferiores. Demás está decir que a todo esto el numeroso público la estaba pasando “bomba” según los corrillos que nos llegaban desde la sala.
Fue buen prólogo el cuadro danzante para recibir, ahora sí a Carolina Martínez que sorteando dificultades llegaba desde su General Rodríguez. Como se lo dije personalmente a ella después, vaya si valió la pena aguardarla. Realmente causa una inmensa alegría cuando jóvenes intérpretes como la citada se entregan con la calidad y la pasión que pone esta dama en cada tema. Es acaso parte de esa sangre joven que hay que insuflarle cada tanto a esta música que venimos admirando desde finales del siglo XIX para que se proyecte mucho más allá del tercer milenio. Esa que un día empuñará las banderas de nuestro arte popular cuando ya no estemos muchos de nosotros. Carolina cantó sobre las pistas que con celeridad le pude entregar al operador pero el infaltable “otra” la dejó sin ellas para enfrentar el último tema que la gente reclamaba. Realmente fue memorable esa interpretación “a capella” en un improvisado contrapunto con Rafael Ruffet que también se prendió a secundarla en el canto, actividad donde también se destaca nuestro tradicional conductor.
El intervalo marcaba el final de la primera parte y los cortinados se cerraban temporalmente para organizar la culminación del espectáculo. La segunda parte daba comienzo con uno de los habituales reconocimientos públicos que suele hacer la Sociedad Italiana para continuar luego con la alocución del historiador Jorge Tirigall que aportaba, como siempre, interesantes detalles de las muchas visitas de Gardel al Partido. Detrás de los cortinados, que permanecían cerrados, Luis Migliori y sus muchachos se aprestaban a darle broche a una jornada a la que el calificativo magnífica le estaba quedando corto. Ruffet apremiado por otros compromisos contraídos miraba cada vez con más insistencia el reloj y como en los no tan lejanos tiempos de futbolista aficionado me pareció escuchar una voz que me decía: “preparate Rubén que ahora entrás vos”. Y fue así nomás que sin el debido precalentamiento el conductor inicial del espectáculo me llama al escenario para presentarme formalmente y comunicarle a la platea que iba a ser yo quien cerrara el anual homenaje. Hacía mucho que no asumía semejante responsabilidad y sobre todo la de reemplazar a un hombre de esa jerarquía pero mis ganas de aportarle mi granito de arena a Mario Calónico y sumarme al homenaje al más grande, la calidez del publico y la colaboración de los artistas me hicieron salir airoso, según los testimonios que después pude recoger.
El huracán de Edgardo Donato marcaba el comienzo de la actuación de Migliori para que un servidor pudiera presentar después a Daniel Valente, un joven intérprete que cautivó a los presentes con dos temas gardelianos, Melodía de arrabal y Por una cabeza. Seguirían dos nuevos instrumentales del maestro, El vals del aniversario y Nueve de Julio, el clásico de José Luis Padula que mostró a la pareja de bailarines Érika y  Martín en su plenitud danzando con los acordes que partían de los instrumentos. El fin de la danza marcó una nueva entrada de Valente que siguió cosechando aplausos con Malena y La última copa, tema que marcaría su temporal despedida.
El amanecer, de Roberto Firpo, sería el prólogo a la actuación de otro destacado intérprete, Roberto Jontade que en privado me expresaba su preocupación porque pronunciara correctamente su apellido, falla que con frecuencia otros conductores cometían. Una vez que se cerciorara que efectivamente “la tenía clara al respecto” salió al ruedo a presentarse por primera vez en un ámbito sanisidrense. La acogida no pudo ser mejor. Su página inicial: Y todavía te quiero y sobre todo la segunda, Historia de un amor que hasta contó con un improvisado coro que bajaba de la platea lo hacían aprobar con creces el riguroso examen. Tras el respiro para tomar nuevas fuerzas que le concedió Migliori, para regalarnos entretanto Quejas de bandoneón que nuevamente contó con el cuadro coreográfico de los notables bailarines, volvió Jontade para ofrendarnos No me esperes esta noche y Remembranza a los que por pedido del público debió agregarle Pasional.
Ya casi pisando el nuevo día y con los acordes del “Himno del Río de la Plata” culminaba el vigésimo segundo homenaje a Carlos Gardel organizado por la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos y Cultural “Dante Alighieri” de San Isidro. Restaban aún esa nueva entrada de Érika y Martín para demostrar habilidades al son de La cumparsita o la nueva exposición de los cantores Valente y Jontade arrancando a dúo con aquellos versos que concibieran para la composición de Gerardo Matos Rodríguez, Pascual Contursi y Enrique Pedro Maroni, a los que le sumaron luego los que escribiera Le Pera para Mi Buenos Aires querido. Con la palabra de Calónico al que casi obligué a subir al escenario para que agradeciera las presencias y les diera el saludo de despedida se cerraba una nueva edición de este tributo anual a Carlos Gardel que como las serenatas organizadas por “Hijos y Amigos de San Isidro” y los certámenes literarios temáticos propiciados por el Centro Cultural del Tango Zona Norte constituyen ya clásicos indiscutidos de la vida lugareña.

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