domingo, 29 de abril de 2012

Soy una fiera

Por Rubén Fiorentino

Junando el calendario, “de rabo de ojo a un costao”, como El ciruja, manyo que es la fecha justiniana que los humanos escrachamos para festejar el Día del Animal. Al fin y al cabo nuestros semejantes con un poco menos de sesera, y no en todos los casos. 
El gotan, a lo largo del tiempo, siempre tuvo tiempo para deschavar virtudes y defectos de las distintas especies que conforman la fauna terrestre. Los gomías del aire, de la tierra, de los ríos y los mares aparecen con naturalidad y frecuencia en un toco grande de composiciones. Algunos hasta con el nombre que le baten para llamarlos. Así entre los yobacas se destacan sin apuro los albos Carablanca y Manoblanca, este último, que en yunta con Porteñito se hizo celebre en la pluma de un tal Homero. También, piola es reconocerlo, aparecen en una segunda línea el Colorado, Colorado, mi manchado, el alazán de Cirilo, Congreve, Old Man, Botafogo, Rico, Lombardo, Macón, Yatasto y el ya célebre Lunático que más de un boleto le habrá hecho romper al mismísimo “Zorzal criollo”. O acaso aquel crack que escuchaba con atención las palabras del peoncito, que para todo esto era tomado por colifato por semejante acción. 
Entre los cuadrúpedos, descontando a los mencionados equinos, aparecen La oveja descarriada, Apure delantero buey, el buey corneta, La mula, Cabeza de chancho, El torito, la cabra que siempre al monte tira, el burro igual a un gran profesor y la vaca recordada aunque más no sea como sinónimo de gordura o causante de colesterol. 
Los plumíferos acamalan buenos trolis de tinta, comenzando por la Cotorrita de la suerte, Qué querés con ese loro, Zorzal, Gorriones, Como el hornero, La cachila, Palomita blanca, Pobre gallo bataráz, Golondrinas, Calandria pampa, Cabecita negra, lechuzas y ñacurutuces presentes en Cruz de palo, El tero, Dos canarios, Condor, Mi alondra, El picaflor, El pollito, el Halcón negro, además del Chingolo que ya no canta y los no videntes gallo y pájaro. 
 
Los ropes, fieles amigos nuestros según pregonan los letraos, aparecen también vuelta a vuelta para dejarnos ladridos de recuerdo, algunos de ellos esdrújulos como los que emitía Chango, el famoso can del “Hombre gris de Buenos Aires” que también tenía palabras para Malambo que se le murió en los brazos. Así podemos seguir con Mi perro pekinés, Con mi perro, Mi perro León, propiedad de aquel bardo que junaban “El triste”, ese perrito blanco que sufría los pisotones del pibe con sueños futboleros y aquel que por tu ausencia no comía. De la familia apuntá también a Un lobo, más, Lobo a secas o acaso Lobo de mar.
Otras especies aparecen también en las letras de la canción ciudadana. Algunas como apodos de personajes conocidos, El yacaré, El pollo Ricardo, “El tigre del Bandoneón”, “El víbora”, “El ruiseñor de las calles porteñas”, “El tigre Millán” o comparando el recorrido para entonces inédito de un avión con La gloria del águila o el brazo que se enrosca en el talle como una serpiente. Dos simpáticos animalitos juntos como el pato y el tero pueden hacer un punto pendenciero y poco recomendable.  
Hasta los sin hueso, o sea los bichos que andan por ahí Como la mosca, El mosquito, Caracola, Hormiga negra, Mamboretá, El tábano, El pulga, Polilla, La mariposa que debe andarse con cuidado, la araña guacha que te pica aunque la hayas salvado y por si fuera poco de El vuelo del moscardón que registró en el piano el troesma Maderna quedaron para siempre en los pentagramas. A modo de resumen de la fascinación tanguera por los bichos escogimos esta novedosa milonga de nuestro amigo Roberto Selles con música de Graciela Pesce, titulada "El bichaje"





Una linda gallareta, se casó con un zorrino,
y pusieron por padrino a un simpático zorzal
de madrina vino al pelo la vecina comadreja
que pase a estar algo vieja se pintó y quedó genial.
El zorrino por los nervios se vistió a la disparada
y la gallareta helada se quedó por la emoción
al final como reían dos palomas muy coquetas
al ver al novio en chancletas y a la novia en camisón.
Qué casorio inolvidable, qué bailongo alegre y sano
el ñandú tocaba el piano, el violín un lechuzón,
la guitarra un bicho feo, el trombón la cucaracha
el pífano la vizcacha y un peludo el bandoneón.
Hubo litros de gaseosas, de refresco y limonada
no faltaba nada, nada, fue un festín descomunal.
Convidaron al bichaje con paquetes de pastillas,
después de que en la capilla los casara un pavo real.
A una hermosa torcacita, la invité en aquella fiesta
al oír que ya la orquesta despuntaba un tango flor.
Y entre cortes y quebradas el bichaje allí reunido
atónito y conmovido me aclamó como el mejor.
Yo escuchaba los aplausos, y surgido de la nada
una mano inesperada vino a darme un sacudón,
era mami que decía: ¡Ay! qué alumno tan ciruela
es hora de ir a la escuela, levantate dormilón.

No se puede olvidar tampoco el chimpancé de Sarrasani, quizá antepasado ilustre de El monito que nos regalaba De Caro, presente en Justo el 31,  y elefantes, osos, ponys y demás protagonistas de Soy un circo como acusaba Ferrer. Entre los acuáticos ortivamos El pescado, las Lagrimas de cocodrilo, El cisne, Tiburón y mal que le pese al “Polaco”, a los calamares no los junó nadie. 

Entre los felinos encontramos gatos de porcelana pa´ que no maúllen al amor, El puma y el tigre que resulta amenazante para las zorras. Otras situaciones nos pintan al gato maula y el mísero ratón, cuervos y golondrinas, el armiño con destino final en un tapado, igual que el Zorro gris, El sapo y la comadreja, los sapos chapaleando en la laguna, e indistintamente al Muchacho rana y al Mozo rana. Con todos estos argumentos resulta polenta desearles que lo cumplan muy felices pero minga de comer perdices porque como canta el refrán: “pan con pan comida de sonzo”…

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