Por Rubén Fiorentino
Ruego a los desprevenidos desistir de suponer cualquier coincidencia con el Yo acuso de Emilio Zola, con el sonado caso Dreyfus. Tenía que titular la crónica y esta me pareció la forma más acertada. El 11 de Noviembre de 2011 amenazaba ser un día especial, a punto que algún agorero hasta presagiaba “el fin del mundo”. Los pronósticos finalmente confirmaron lo singular de la jornada pero no por los fatídicos vaticinios sino por un hecho que seguramente quedará registrado para los tiempos en los libros Guinnes. El Luna Park reducto otrora de grandes veladas boxísticas abría sus puertas para albergar a los privilegiados como yo que llevarán para siempre en sus retinas el momento que “la más grande” cantora llegaba para regalarnos el trino de pájaros que alberga su garganta, la espontaneidad de sus expresiones, su compromiso con la tierra que la vio nacer hace ya una centuria en su querida Guaminí y ese ángel intemporal que solo acompaña a los elegidos estaba con ella.
Un elenco formidable completaba la jornada, digno de la dama que procedería al cierre pero peco de ocultar la verdad si no digo que la ansiedad por verla en ese escenario me dominaba. Como en aquel recital de Mayo de 2009 que también atesoro entre mis recuerdos más gratos, después de algunas imágenes proyectadas sobre la pantalla que evocaban el lugar de nacimiento de Nilda Elvira Vattuone, acompañadas de una narración maestra de ese señor de la conducción que es Jorge Fontana, aparecerían los payadores. Seguramente son ellos la primera expresión genuina del canto y por eso su presencia obligada en esta amena reunión. Jorge Soccodato, Hugo Gabotto, Alberto Smith, Carlos Sferra, Cristián Méndez Héctor Crubelier y Osvaldo Lagos que en aquella oportunidad se habían ocupado de temas diversos, dedicaron sus más bellas décimas a quien quedará para la posteridad como “la Gardel con polleras”.
Estos virtuosos de la rima espontánea se explayaron sin retaceos en la trayectoria insuperable de la homenajeada, su compromiso político, las crueles persecuciones y prohibiciones que debió padecer, la fidelidad de su público que siempre vuelve convertido en millones como auguraba su compañera Evita…Tamaña inspiración de los guitarreros decidores merecieron esos cálidos aplausos que ganaron al cabo de su actuación. Era sentar con ellos ese principio de la historia en un marco rural de la llanura pampeana, ese “cielo al revés” como acusaba el relato de las imágenes que se proyectaban en la pantalla, para pasar luego a un escenario ciudadano donde el tango se convertía en expresión de miles de almas que poblaban “la gran aldea”.
Allí, en esa geografía distinta que de pronto se abría a nuestros ojos, estaba un extraordinario conjunto que integraban Gerardo Villar, Juan y Oscar Cisneros, Juan Vignola, Rosario Calla y Pablo Juaréz Levar, que además de acompañar musicalmente las lucidas interpretaciones coreográficas de Juan Carlos Copes, su hija Johana, y un maravilloso cuerpo de baile que los secundaba, le dio marco a un sobrio cantor como Carlos Morel para que pusiera una voz masculina a recrear esas hermosas joyas que nos legara el cancionero popular. También tuvieron la ocasión del clásico tema instrumental que el soberano supo agradecer con palmas y vítores. El reloj en tanto avanzaba y la ansiedad le ganaba por un margen holgado la disputa. Se acercaba el momento y los corazones de todos, me atrevo a afirmarlo, latían a un ritmo más acelerado que el normal.

Quedaba tiempo todavía para que desde Neuquén, donde reside, Horacio Guraní le hiciera llegar por nota su adhesión, para que la empresa Luna Park en nombre de un representante le entregara una placa recordatoria y para que la homenajeada agradeciera la presencia en la sala su amiga, la Sra. Ofelia Wilhelm, madre de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Nota: Agradecemos el material fotográfico suministrado por www.elvalordelapalabra.blogspot.com e infobae.com y los videos de la exquisita música Laura Resua (por facebook, miralos en su perfil) y lucianitamusic en youtube.com
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