jueves, 3 de marzo de 2011

Abrimos la puerta, ¡es tiempo de organitos!


Como es costumbre con los albores de marzo tenemos el agrado de invitarlos a participar de una nueva edición de nuestros concursos literarios, el XI Certamen Poético y VII de Cuento Breve y para ello damos a conocer las Bases, única jaula para la pluma de esos pájaros creativos, nuestros amigos de todo el mundo.

Las mismas son similares a las de ediciones anteriores y pueden solicitarse a nortangoxxi@yahoo.com.ar o al perfil de facebook del Centro Cultural del Tango Zona Norte. Del mismo modo estarán publicadas en medios gráficos amigos (digitales o papel) y naturalmente en este sitio, con el correr de los días (para no agobiarlos).

Podrán participar los mayores de 18 con obras (3 máximo por rubro) firmadas con seudónimo, escritas en español o lunfardo y que no excedan los treinta versos (Poesía) o las 3 carillas (Cuento). Naturalmente, dado que es un certamen temático, los trabajos deben ceñirse a la misma, que en este 2011 será: El organito.

En la actual edición quisimos recordar a aquellos instrumentos que alegraron con su música a salones de baile, plazas, ferias, espectáculos teatrales y lugares de entretenimiento. Por qué no, también, a sus pintorescos ejecutantes que solían recorrer calles y carruseles de Buenos Aires y otras ciudades de la Argentina, como asimismo otros países de Sudamérica y Europa de donde proviene.

Allí se lo conoce indistintamente como "Drehorgel", en Alemania, "Realejo", en Brasil y Portugal, "Lirekasse", en Dinamarca, "Orgue de Barbarie" (en Francia), "Draaiorgel", "Pierement" o "Straatorgel" (Holanda), "Organetto di Barberia" (Italia), "Positiv" (Suecia) o simplemente como el Organillo español.

Señala Osvaldo La Salvia, descendiente de uno de los precursores en la Argentina, que este singular instrumento musical logró penetrar en EEUU. Allí, al igual que en Inglaterra se lo conoce como: "Barrel Organ", "Street Organ", "Fair Organ", "Mechanical Street Organ" y "Band Organ", según las características, tamaños, y usos.

Se cree que para mediados del siglo XIX ya sus notas arrancaban sonrisas en nuestro país. Miguel Germino, en “El organito nació y murió en Balvanera”, lo identifica ya en la época de Rosas, esa que pinta de maravillas Héctor Pedro Blomberg y señala que incluso fueron usados, a modo de juglares, en la infame Guerra del Paraguay. Nos alertan Julio Nudler y Néstor Pinsón en “El Organito” que su cotidianeidad se refleja en el Martín Fierro (1872), obra insuperable de la literatura nacional y no tardaría en fabricarse en nuestro país, especialmente por inmigrantes italianos.

En 1889, los hermanos Rinaldi comienzan con su producción (hasta 1921), tarea a la que se sumarían los Turconi y Faranelli, la familia Secatelli y desde 1900 (hasta 1984) la familia La Salvia, que en la actualidad mantiene un Museo.

De a poco se fueron diseminando por Buenos Aires y sus arrabales acompañados por su pintoresco ejecutante y cuando no una mascota (un loro, un monito, etc.) que ayudaba a cautivar a grandes y chicos al son de polcas, pasodobles, valses, tarantelas y tangos. Incluso había cilindros exclusivos de tangos, género que le rindió su justo tributo con páginas como “Organito de la tarde” (1924), de José González Castillo y Cátulo Castillo, “Cotorrita de la suerte” (1927), de De Grandis y De Franco, “El último organito” (1949), de Homero y Acho Manzi, "Organito del suburbio", de Antonio Bonavena (tío del popular “Ringo”), "Música de organito", de Manuel Buzón, Osvaldo y Carlos Moreno, "Organito", de Juan Carlos Gravis, “Organito malevo”, de Lorenzo Barbero, “Organito de mi barrio” de Pedro Mario Mafia, “La cotorrita”, de Samuel Castriota, Antonio y Héctor Polito y "Organito arrabalero", de Ernesto Baffa y José Libertella, por citar algunos.

Se alude a él en “La misma canción”, de Abel Aznar y Carlos Lazzari, “El Cocherito” (1944) de Santiago Adamini, Alfredo Attadía y Angel D´Agostino, “Quejas del suburbio” (1925) de Antonio y Salvador Polito, “La musa mistonga” (1926), de Antonio Polito y Celedonio Flores, “Color de barro” (1948), de Anselmo Aieta y Cátulo Castillo, “Cuando el barrio se duerme”, de Luis Teisseire y Juan Andrés Caruso, “Coplas del Viejos Almacén “, de Edmundo Rivero y Horacio Ferrer, “La loca de la plaza”, del propio Ferrer y Daniel Piazzolla, “Nací en Pompeya” de Natty Paredes y José Rótulo, la letra de Carlos Pesce para “El Porteñito”, de Angel Villoldo, entre muchos otros.

Su encanto alcanzó al séptimo arte en 1925 con El organito de la tarde, de José Agustín Ferreira, al teatro, de la mano de Armando Discépolo, con “El último organito” y esperamos que a Uds. los inspire en bellos versos y párrafos con el nivel y calidad acostumbrada.


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