Por Rubén Fiorentino
El primero consagrado recientemente con el Ancla Dorada y el premio Carlos Pequeño Soler y el segundo distinguido como el Tanguero del Tercer Milenio en la misma jornada del 30 de Diciembre, recibiendo visiblemente emocionado, la estatuilla que lo acredita, de manos del académico Marcelo Olivieri.

Como cronista me atreveré a narrar someramente los dos que estuve presente donde disfruté con los muchos y buenos representantes del tango de hoy brindando su arte sobre el escenario, como también con los ocasionales espectadores que como yo, se dieron cita en el lugar. Bety País, Julio Pérez, Alberto Raúl, Jorge Collante, Graciela Linares, Marina Ríos, Lucio Arce, el Dúo Púa Abajo y la armónica de Javier Romero; y Sandra Antonuci, Cristina Orozco, Celia Saia, Beatriz Ayas, Monona Tucuna, Cecilia Cordone, Silvia Nieves, Patricia Serra, Laura Rossi, Irma Morena, y tantas y buenas cantantes más que sería imposible enumerar a todas, dieron su presente en estas ocasiones, respectivamente.


Gracias doy a todos por los momentos que me hicieron vivir y por comprobar que los muertos que algunos pretenden enterrar gozan de inmejorable salud y están dispuestos a brindar pelea a cuantos pretendan enfrentarlos por influyentes y poderosos que parezcan…
Vertidos estos comentarios me cabe la reflexión si el título que elegí para la nota fue el adecuado. El alto grado de convocatoria alcanzado por dos de los nuestros fuera de nuestro ámbito natural me tienta a identificarme con aquel cántico futbolero esgrimido por la barra del equipo de mayor captación de simpatías de nuestro medio y rememorar aquello de “¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez!”...
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