Adiós al amigo...Helio Pereiro

Por Rubén Fiorentino

Jornada particularmente triste la vivida ayer, 28 de Julio de 2009. Quienes gozamos en compartir su amistad no pudimos menos que acongojarnos con la partida definitiva de Helio Pereiro, nervio motor de esa entidad amiga que es la Asociación Hijos y Amigos de San Isidro. Con él se va un glosador sin par, un agudo observador de la cosa cotidiana que luego retrataba en un decir galano. Esta suerte de payador urbano, esa “raza de uno” como dice el tango, de asistencia perfecta a los encuentros de poetas convocados por el Centro Cultural, merecedor además de la Orden de la Amistad Tanguera y distinguido en 2006, junto a nuestro Atilio Spadaro, como uno de los 300 vecinos más influyentes y destacados del partido.

Fueron muchos y buenos los momentos compartidos, tantos que no podría describirlos en esta breve síntesis. Recuerdo por ejemplo cuando obtenía un merecido primer premio en el certamen literario organizado por las entidades italianas hace escasos meses o cuando, superando la congoja que nos dominaba a todos, despedía en la necrópolis de Boulogne a otro dilecto amigo Norberto Testorelli.

Tampoco podría obviar sus encargos que yo tomaba como un compromiso de honor, tales como escribir un poema sobre la clásica serenata u otro para esa diferente de la que fuera su mentor, cinco serenatas y un solo balcón. Lo recuerdo allá lejos con Sofía y todo el cariño que profesaba por sus hijas Diana y Silvia y, después, junto a Margarita Sosa (fundadora y puntal de este Centro Cultural) encontrando nuevos incentivos para seguir viviendo, agasajando a las damas homenajeadas por la serenata, conduciendo jornadas históricas, descubriendo placas o quizá entusiasmado con la convocatoria que había alcanzado la última milonga. Lo imagino reclamando que era Helio con “h”o recitando ese consejo sano donde incentivaba a caminar. Tal vez se fue para completar esa mesa en un truco de seis con “Tete” Fiorentino, Luis Calónico, Antonio Arzola, Norberto Testorelli y Atilio Spadaro que seguramente lo estaban aguardando. Gracias Helio por tanto cuanto nos dieras, por tu don de gente, por tu ternura, por tu afecto.

Por eso más allá de toda su capacidad para gestar actividades, concebir versos hermosos, aglutinar voluntades en torno a la entidad que entregara las mejores horas o reivindicar a nuestra “patria chica” desde todos los ámbitos, nos queda a quienes lo conocimos, la firme convicción que se nos fue un gran tipo, de esos que no se empardan. Seguramente será difícil acostumbrarse a no tenerlo en las reuniones, con su estampa elegante, el cabello canoso, su tradicional bigote o el saco marrón que tanto le gustaba lucir, pero presentimos que desde el lugar que se encuentre su alma, indudablemente desde el sitio que se le reserva a los buenos y a los justos, ésta se las ingeniará para seguir acompañándonos porque como Troilo, Helio siempre estará llegando….