Por Rubén A. Fiorentino
Cantor y compositor
(24 de Junio de 1908 – 22 de Marzo de 1973)
E s difícil a la distancia tratar de rescatar de un injusto olvido a un verdadero “juglar sanisidrense”. Sin haber sido su contemporáneo tomé la decisión de encarar este trabajo evocativo basándome en fuentes que considero irrefutables como el libro Algo de nuestro ayer del historiador Jorge Tirigall, el periódico “La Calabria” de San Isidro, los testimonios recogidos de labios de dos referentes tangueros lugareños como Atilio Spadaro y José Ángel Abrate, los datos aportados por Oscar, hijo del cantor y el apoyo logístico inestimable de Jorge Fernández, “Jorfer”. Con esos elementos acumulados me atreví a desarrollar esta historia que comienza el 24 de Junio de 1908 cuando llegaba al mundo Manuel Jesús Oreiro. El hijo de un laborioso inmigrante español, Manuel Oreiro Suárez, cursó sus estudios primarios en colegio María Márquez de Don Bosco y Garibaldi, muy próximo a su domicilio de la calle Haedo 750 donde hoy, una placa colocada por el Centro Cultural del Tango Zona Norte en el año 2005, lo instala definitivamente en la memoria colectiva de sus vecinos. Fueron tiempos duros los que le tocó vivir a Manuel en su mocedad. Desde muy pequeño acompañó a su progenitor a recorrer las calles del incipiente barrio de “La Calabria” que por entonces se denominaba Villa Acassuso. Como otros repartidores de carne, pan, hielo o leche, su caso específico, esa tarea le demandaba el uso, como medio para trasportar su mercancía, del carro tirado por caballos que, llegaba repicando en el adoquín del empedrado, cuando lo había, o dejando surco en las calles de tierra que dominaban la geografía, precisamente desde Haedo hacia Las Lomas. El muchacho tenía un berretín reconocido, el canto, y entre cliente y cliente iba entonando canciones. Por condiciones y perseverancia, con el tiempo llegó a ser el cantor más popular de San Isidro. No era difícil suponer que su humildad y su don de gentes, sumadas a las condiciones antes apuntadas, le valieran ganarse el cariño y la admiración de la barriada la que lo elevó a la condición de ídolo. Sus progresos fueron lentos pero seguros, estimulado por su amigo de “fierro”, “Marquitos” o por su hermano Rafael cuya peluquería de la calle Tres de Febrero era el lugar indicado para realizar reuniones, estudiar proyectos o abocarse a ensayos. Su canto alegraba las fiestas del pueblo o amenizaba las veladas de los clubes locales con un repertorio forjado con canciones que hablaban de un pasado de luchas intestinas donde unitarios y federales tenían el protagonismo. El espaldarazo que coronaría tanto esfuerzo, fue sin duda, cuando firma su primer contrato para cantar en LS6, Radio Del Pueblo, la emisora cuyo propietario era Ricardo Bernotti. Allí en la radio porteña, con el marco musical de guitarristas de la talla de Dundo, Altamirano, Legarreta y Di Nápoli, alternando en algunas oportunidades con Cannataro, Pedretti y Juan Carlo Noia. Sin contar claro, las veces en que se presentara acompañado de las guitarras de Triay, Pérez y Celis. Formaciones sanisidrenses como las orquestas de los pianistas De Soto o “Coco” Juárez lo contaron también como vocalista. Entre sus recordadas interpretaciones ocupan un lugar fundamental composiciones como La pulpera de Santa Lucía, La canción de Amalia, Betinotti, Rosa morena y Se fue Carlitos, milonga de Alberto Cosentino y Juan Miguel Velich dada a conocer en 1935, después de la muerte del “Zorzal criollo”. La última actuación que se le recuerda fue en el desaparecido cine Palace de la calle Plácido Marín frente a la estación, acompañado de las guitarras de Avena, Maciel y De Marzi. Los viejos vecinos con un dejo de nostalgia lo recordarán en la casa de Don José Abrate, en la calle Diego Palma, en la heladería Sardetti que quedaba en Gral. Paz, el almacén de Felipe Honoratto de Haedo y Don Bosco, la cantina de Clérici de Alsina y Centenario y en el desaparecido y casi mitológico café de Ochoa, sus lugares preferidos. Afortunadamente, gracias a la placa sonora, nos queda el testimonio de su voz que para algunos suena dulce y armoniosa y para otros como una vulgar imitación del estilo de “El caballero cantor”, Ignacio Corsini. Son cuatro los registros que se le conocen, el tango Embrujado de Fina Maldonado y Carlos Marín, el vals Florcita silvestre de H. Malinares, la Milonga Flor de consejo del propio Oreiro y F. Sesta y en el género folklórico, Zamba para mi noche perteneciente a Raúl Rodríguez y Juan Maccagna. Fueron obras grabadas en viejos discos de pasta de 78 rpm de los que se desconoce fecha y sello grabador. Otra página de su autoría es la ranchera Rosa gaucha concebida junto al poeta Francisco Laino. Falleció cuando despuntaba el otoño de 1973, más precisamente el 22 de Marzo en la antigua Asistencia Pública de San Isidro, Diego Palma y Haedo, donde recibió hasta el instante final las máximas atenciones, veladas por quien entonces ejercía la conducción de la Unión Argentina de Artistas de Variedades, Don José Marrone. Sus restos recibieron cristiana sepultura en el sector norte del panteón de S.A.D.A.I.C. del cementerio de la Chacarita. Cabe acotar que Oreiro figura entre los socios activos fundadores de la entidad que aglutina a a los autores y compositores.
Cantor y compositor
(24 de Junio de 1908 – 22 de Marzo de 1973)
E s difícil a la distancia tratar de rescatar de un injusto olvido a un verdadero “juglar sanisidrense”. Sin haber sido su contemporáneo tomé la decisión de encarar este trabajo evocativo basándome en fuentes que considero irrefutables como el libro Algo de nuestro ayer del historiador Jorge Tirigall, el periódico “La Calabria” de San Isidro, los testimonios recogidos de labios de dos referentes tangueros lugareños como Atilio Spadaro y José Ángel Abrate, los datos aportados por Oscar, hijo del cantor y el apoyo logístico inestimable de Jorge Fernández, “Jorfer”. Con esos elementos acumulados me atreví a desarrollar esta historia que comienza el 24 de Junio de 1908 cuando llegaba al mundo Manuel Jesús Oreiro. El hijo de un laborioso inmigrante español, Manuel Oreiro Suárez, cursó sus estudios primarios en colegio María Márquez de Don Bosco y Garibaldi, muy próximo a su domicilio de la calle Haedo 750 donde hoy, una placa colocada por el Centro Cultural del Tango Zona Norte en el año 2005, lo instala definitivamente en la memoria colectiva de sus vecinos. Fueron tiempos duros los que le tocó vivir a Manuel en su mocedad. Desde muy pequeño acompañó a su progenitor a recorrer las calles del incipiente barrio de “La Calabria” que por entonces se denominaba Villa Acassuso. Como otros repartidores de carne, pan, hielo o leche, su caso específico, esa tarea le demandaba el uso, como medio para trasportar su mercancía, del carro tirado por caballos que, llegaba repicando en el adoquín del empedrado, cuando lo había, o dejando surco en las calles de tierra que dominaban la geografía, precisamente desde Haedo hacia Las Lomas. El muchacho tenía un berretín reconocido, el canto, y entre cliente y cliente iba entonando canciones. Por condiciones y perseverancia, con el tiempo llegó a ser el cantor más popular de San Isidro. No era difícil suponer que su humildad y su don de gentes, sumadas a las condiciones antes apuntadas, le valieran ganarse el cariño y la admiración de la barriada la que lo elevó a la condición de ídolo. Sus progresos fueron lentos pero seguros, estimulado por su amigo de “fierro”, “Marquitos” o por su hermano Rafael cuya peluquería de la calle Tres de Febrero era el lugar indicado para realizar reuniones, estudiar proyectos o abocarse a ensayos. Su canto alegraba las fiestas del pueblo o amenizaba las veladas de los clubes locales con un repertorio forjado con canciones que hablaban de un pasado de luchas intestinas donde unitarios y federales tenían el protagonismo. El espaldarazo que coronaría tanto esfuerzo, fue sin duda, cuando firma su primer contrato para cantar en LS6, Radio Del Pueblo, la emisora cuyo propietario era Ricardo Bernotti. Allí en la radio porteña, con el marco musical de guitarristas de la talla de Dundo, Altamirano, Legarreta y Di Nápoli, alternando en algunas oportunidades con Cannataro, Pedretti y Juan Carlo Noia. Sin contar claro, las veces en que se presentara acompañado de las guitarras de Triay, Pérez y Celis. Formaciones sanisidrenses como las orquestas de los pianistas De Soto o “Coco” Juárez lo contaron también como vocalista. Entre sus recordadas interpretaciones ocupan un lugar fundamental composiciones como La pulpera de Santa Lucía, La canción de Amalia, Betinotti, Rosa morena y Se fue Carlitos, milonga de Alberto Cosentino y Juan Miguel Velich dada a conocer en 1935, después de la muerte del “Zorzal criollo”. La última actuación que se le recuerda fue en el desaparecido cine Palace de la calle Plácido Marín frente a la estación, acompañado de las guitarras de Avena, Maciel y De Marzi. Los viejos vecinos con un dejo de nostalgia lo recordarán en la casa de Don José Abrate, en la calle Diego Palma, en la heladería Sardetti que quedaba en Gral. Paz, el almacén de Felipe Honoratto de Haedo y Don Bosco, la cantina de Clérici de Alsina y Centenario y en el desaparecido y casi mitológico café de Ochoa, sus lugares preferidos. Afortunadamente, gracias a la placa sonora, nos queda el testimonio de su voz que para algunos suena dulce y armoniosa y para otros como una vulgar imitación del estilo de “El caballero cantor”, Ignacio Corsini. Son cuatro los registros que se le conocen, el tango Embrujado de Fina Maldonado y Carlos Marín, el vals Florcita silvestre de H. Malinares, la Milonga Flor de consejo del propio Oreiro y F. Sesta y en el género folklórico, Zamba para mi noche perteneciente a Raúl Rodríguez y Juan Maccagna. Fueron obras grabadas en viejos discos de pasta de 78 rpm de los que se desconoce fecha y sello grabador. Otra página de su autoría es la ranchera Rosa gaucha concebida junto al poeta Francisco Laino. Falleció cuando despuntaba el otoño de 1973, más precisamente el 22 de Marzo en la antigua Asistencia Pública de San Isidro, Diego Palma y Haedo, donde recibió hasta el instante final las máximas atenciones, veladas por quien entonces ejercía la conducción de la Unión Argentina de Artistas de Variedades, Don José Marrone. Sus restos recibieron cristiana sepultura en el sector norte del panteón de S.A.D.A.I.C. del cementerio de la Chacarita. Cabe acotar que Oreiro figura entre los socios activos fundadores de la entidad que aglutina a a los autores y compositores.
7 comentarios:
Buenísima la nota sobre Mauel Oreiro. Hoy, justamente, lo descubrí en un programa de tango que hace mi pareja en una radio de San Martín. ¡Excelente! Jamás lo había escuchado.
Es uno de los injustamente olvidados.
Gracias y un cordial saludo
Amalia
Muy buena la nota sobre Manuel Oreiro, uno de los injustamente olvidados. Hoy lo descubrí en un programa de tango que tiene mi pareja en una radio de San Martín. Busqué en la web, y nada. Solo tu nota, la que agradezco. Un cordial Saludo
Amalia Esposito
Me agradaría obtener alguna grabación de este cantor que yo escuchaba hace muchísimos años
Me agradaría obtener alguna grabación de este cantor que yo escuchaba por radio hace muchisimos años.Oscar
Gracias por los comentarios. Estamos preparando cosas de los cantores de la Zona y en breve publicaremos esas grabaciones
Manuel oreiro era mi bis abuelo
Buenas! En este link subi las 4 grabaciones de Manuel Oreiro https://www.mediafire.com/?c0s1r5sp31333xt .. Segun tengo entendido quienes lo acompañan son las guitarras de Franco/Martinini/Santiago/Rodriguez.. el año no lo se, pero se que esos son los guitarristas ya que Martinini era tio de mi viejo! Que lo disfruten!! Saludos!
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