martes, 29 de junio de 2021

El deporte y el tango

Por Rubén Fiorentino

Siempre se tiende a asociar al tango con el turf por la cantidad de composiciones gestadas en torno del llamado deporte de los reyes. También por la afinidad que despertaban los pingos en figuras consulares del tango.

Sin embargo, a través de un minucioso repaso de títulos, no solamente el turf inspiró a los tangueros a la hora de concebir sus obras.

Algunos deportes de inmensa popularidad y otros de no tanta, tales los casos de fútbol, boxeo, automovilismo y náutica sirvieron para que los creativos del género perpetuaran el vínculo.

Como bien expresara Leopoldo Marechal “El tango es una posibilidad infinita”. Esto es para desmentir a quienes lo remiten exclusivamente al hombre abandonado que llora la partida de su amor.

Quien esto escribe, que durante más de 17 años condujo un ciclo radial, buscó siempre la originalidad al elegir los temas. Así para cuando los cristianos celebran la resurrección del Señor Jesucristo escogió exclusivamente temas vinculados con la religión, en otras ocasiones la elección recayó en los distintos colores que matizan el espectro tanguero, las páginas dedicadas a la ceguera, los días de la semana, la suerte, los números cardinales y ordinales y tantas otras cuestiones que llevarían días enumerar.

Hoy la propuesta que les ofrezco será un acercamiento preliminar sobre “El tango y los deportes”, acaso una breve reseña de cuánto se escribió al respecto y espero que sea de su agrado.

El automovilismo deportivo, forjador de grandes figuras no escapó a la óptica de nuestra música popular y sin duda, por una cuestión de mérito, el quíntuple campeón mundial, Juan Manuel Fangio se lleva en el tango, como en los fierros, todos los lauros. 



Al respecto puedo enumerar títulos como El chueco Fangio (encuadrado en el género marcha-candombe que le pertenece en letra y música a “Pirincho”) grabado el 26 de octubre de 1950 por Francisco Canaro con Alberto Arena en el canto, A Juan Manuel Fangio, instrumental de Astor Piazzolla que llevara al disco Daniel Binelli y su orquesta, Como Fangio, de Juan Velich y Sapia Salvador y quizá el que mayor trascendió Fangio, ópera prima de Javier Mazzea, concebido en 1940, que recrearon en sus voces Luis Mendoza (toma radial), Néstor Soler acompañado de guitarras y Alberto Castillo con el marco musical de Eduardo Rovira, en sendos registros fonográficos. 





Otro que no cobrara resonancia internacional, pero si local, fue el juninense Eusebio Marcilla, que mereció sendas milongas dedicada a su nombre, una cuya autoría pertenece a Raúl Ledesma y Antonio Pafundi, llevado al disco por el propio Ledesma, con el marco musical de Nicolás Paracino y también por Carlos Fontán, acompañado de guitarras; y otra más reciente responsabilidad de Gustavo Giménez y Eduardo Olivera.





Respecto al boxeo también se podrían escribir páginas. Muchos notorios del tango, poetas y músicos lo practicaron en su juventud. Bastaría acaso citar a Celedonio Esteban Flores, Catulo Castillo, Ernesto de La Cruz, Héctor Mauré, Roberto Beltrán, Alcides Gandolfi Herrero, entre otros, a los que podríamos sumar a Pedro Quartucci, el recordado actor que participó del primer film sonoro protagonizado por el “Zorzal”, Luces de Buenos Aires y que se colgara el bronce olímpico en los Juegos de Paris en 1924.

En este ítem se me ocurre citar Dempsey, de Juan Bautista Guido y El toro salvaje, de José María García, en homenaje a Luis Ángel Firpo, Muñeco al suelo, de Modesto Papávero y Venancio Clauso, dedicado al célebre Justo Suárez, más conocido por “El torito de Mataderos”. Esta página fue grabada por Francisco Lomuto con el canto de Antonio Buglione, el 16 de julio de 1930. 





Victorio Cámpolo “El gigante de Quilmes” mereció el instrumental de Osvaldo Fresedo, Cámpolo, solo, llevado al disco por el propio “Pibe de La Paternal” el 19 de abril de 1927. Otra página presente en el repertorio de Carlos Gardel fue Knock out de amor, de Vicente San Lorenzo que llevó a los surcos del disco el 27 de mayo de 1930. El marco musical lo ponían las guitarras de Aguilar, Barbieri y Riverol. Es una grabación eléctrica gestada en los estudios Odeón de Buenos Aires.


Una página que data de 1954 es Al gran campeón, dedicada a Pascual Pérez. Lleva las firmas de Rafael Lauría, Sergio Gasparini y Héctor Mauré y la llevó al disco este último con el acompañamiento de las guitarras de Gasparini, Velázquez, Soule y Olivera.

Al gran campeón también fue llevada al disco por Anselmo Aieta.


“Pascualito” como cariñosamente se lo llamaba también mereció una milonga que lleva por título Muchas gracias mendocino, cuya autoría corresponde a Sixto Cortínez y Héctor Palacios y que este último acompañado de guitarras perpetúa en la placa sonora, el 10 de junio de 1955.

Otro campeón mundial, también de la categoría mosca, el segundo que dio el boxeo argentino, mereció su tango. Horacio Acavallo, es la página concebida por Reinaldo Yiso y José Berra, que perpetuaron en la placa sonora Mario Bustos con la orquesta conducida por Jorge Dragone.


Una página dedicada al deporte de los puños es Segundos afuera. Su autoría corresponde a Susana Lydia Orlandini que ocultaba su identidad bajo el seudónimo Aguamansa y Héctor Marcó. En 1978 dejaron testimonio sonoro de esta página Edmundo Rivero con el marco musical de las guitarras dirigidas por Roberto Grela.

Chico Novarro compuso en letra y música El último round, que graba en excelente forma Rubén Juárez con Raúl Garello, sin contar aquella muy clara alusión suya en Un sábado más… “hoy pelea Locche en el Luna Park”.


Hurgando aquí y allá encontré además una página instrumental Tango para el Mono, presente en la banda sonora del film nacional Gatica el Mono que dirigió Leonardo Fabio.



La naútica se anota con Navegante, dedicado al gran Vito Dumas al que motejaron “El navegante solitario”. La obra pertenece a Jaime Yanin y Horacio Staffolani y el exitoso binomio Carlos Di Sarli-Roberto Rufino lo llevó al disco el 5 de agosto de 1943.





Antes, el 21 de abril de 1932 Francisco Canaro con el canto de Agustín Irusta recrean otra composición del género marcha titulada por sus autores Andrés Domenech y Jesús Fernández Blanco, Vito Dumas.

También debo mencionar otra composición referida a un referente de la motonáutica, A mi amigo Daniel Scioli, pero dada la característica instrumental de la obra de Ernesto Baffa y Daniel Lomuto, no puedo precisar si acaso es referida al deporte en sí, a la actuación política del citado, o bien recreando ese sentimiento noble que es la amistad.


Dejé para el final los dos disciplinas que aglutinan la mayoría de las obras referidas al deporte, el fútbol y el turf. Aquí no podríamos ser tan minuciosos porque cada una de ellas demandaría de varios artículos en la revista. 


Por ejemplo, en el fútbol están los dedicados a los equipos que integran la Asociación Argentina. Así desde el legendario Racing Club de Vicente Greco, Independiente Club de Agustín Bardi, El taladro de Alfredo de Ángelis, Boca Juniors de Alberto Vaccarezza, Azul y oro, de Aguirre,


BJ, de Rodolfo Montillo y Ulises Ángel Sita, Dale Vélez, de José Fernández y Miguel Padula, San Lorenzo (Luis Servidio) Al futuro Viejo Gasómetro (Ernesto Pierro, Martín Targa y Osvaldo Tubino) y El ciclón (Ernesto Pierro-Mario Valdez), A los granates (Francisco Rotundo), Estudiantes de La Plata (Francisco Rotundo-Tití Rossi). 


 También jugadores merecieron sus tangos como El mortero del globito (Adolfo Dispagna-Francisco García Jiménez), dedicado a Herminio Masantonio, A José Manuel Moreno (Armando Pontier), Bernabé, la fiera (Miguel Padula, Federico Germino, Francisco Laino y Adolfo Dispagna), Amadeo, rey de arqueros (Rafael Carret- Wally Ferrari), Tarasca solo (José De Grandis-Bernardo Germino), Canaveri (Alfonso Gagliano) El apilador (B. A. Buzio-Atilio José Scrocchi), Boca Juniors y sus tres cracks (César Rizzo), Machetero,  (Juan Canavello), Moisés y Bibí, (Juan Canavello), Che Varela sos un crack (Francisco Bohigas), Cabecita de oro (J. de Prisco y Miguel Padula),


Para el Bocha (Leopoldo Díaz Vélez y Lorenzo Ranieri), Para el amigo Islas (Ernesto Baffa), Un tango para Bochini (Ernesto Baffa), Para vos Chirola (Héctor Varela) y acaso para cerrar, aquel poema que Catulo Castillo tituló Retrato de Arsenio Erico.

También están los dedicados a la escuadra nacional como Argentina Campeón, que firman todos los integrantes de la Orquesta Símbolo Osmar Maderna y Gol argentino, de Héctor Marcó, La jira (así con jota como reza en la partitura) de Manuel Pizarro evocando la presencia, en 1925, del representativo auriazul sembrando triunfal paso argentino por el Viejo Mundo


y los dedicados al deporte en general o a personajes ficticios como Carbonilla o la Mascota del barrio.


Entonces no podría dejar de mencionar Patadura, Largue a esa Mugica, y Mi primer gol, grabados por Gardel, Déjelo Señora, El mismo baldío, Potrero, Campeonato, Pelota de trapo, Cebollitas de potrero, Pelota de cuero, La número cinco, Destino de trapo y otros que marcan la identidad deportiva como Once y uno y Muchachos yo soy de Boca.



Deliberadamente omití mencionar al más emblemático de ellos. Ese con el que nos sentimos identificados todos los que alguna vez pateamos una pelota de fútbol, El sueño del pibe, de Juan Puey y Reinaldo Yiso.






Cerraremos aquí los temas vinculados al balompié para no hacer más extensa la cosa, aunque no descartamos dedicar próximas entregas a algún o figura en particular.  Hecha la aclaración, me introduzco en la hípica, generadora de un sin número de temas que aluden a las expectativas que produce cada carrera (Preparate pal´domingo), las maldiciones que se activan después de las frustraciones (Palermo) las ilusiones del peoncito que no duda en mangarle favores al pingo (Bajo Belgrano), los “yobacas” por sus nombres identificatorios como Moñito y Dinamita, (ambos de Eduardo Arolas), Lunático (Barbieri- Cárdenas), Ocurrencia en marcha (Perla Mamberto), Ocurrencia (Guido Vanzina Pacheco), Penny Post (Carlos Viván), por acaso citar algunos, o aquella yegua descripta por Loiácono y Riverol en No Placé.

Otro ítem a considerar son las reuniones en sí, que inspiraron al sanisidrense Carlos Hernani Macchi a escribir El Clásico y a Francisco Canaro, La polla.






O acaso aquel que gestaron Alberto Caroprese, María Grosso y el extinto y ex mandatario municipal de esta parte del conurbano bonaerense, Melchor Ángel Posse, que titularon Mi San Isidro.

También merecieron tangos dedicados los jockeys, El yacaré (Attadía y Soto),
obviamente evocando a Elías Antunez, Lemita, subtitulado Pibe de oro (Cavazza.Pignataro) y Manuel Lema (Genaro Espósito), Leguisamo solo (Modesto Papávero) y Salvame Legui (Oscar Roma y Nolo López), Paralo Sauro (Roberto Morel-Francisco Cittadino), Arriba Jara (Héctor Marcó) y la lista podría ser más larga. 

Acaso deba mencionar composiciones que retratan momentos puntuales de la competencia como El recodo (Junnissi), Castigando (Gaudenzio), La rodada (Pedro Polito), Gran Muñeca (Alfredo Bevilacqua), La recta final (Antonio Romano-Javier Mossa), La largada (Santos Aschieri hijo) o Campanazo (Luis Buttaro).

Comprenderán que por razones de tiempo se omiten títulos también importantes que reflejan la afición de músicos, directores, compositores, letristas e intérpretes del tango, por el deporte de los equinos y jinetes luciendo chaquetillas de colores.

Pero claro no solo fue el tango, también la milonga se anotó algún boleto con Milonga que peina canas (Alberto Gómez) y Milonga burrera (Javier Vila- Ernesto Cardenal).


Y claro ya cerrando me queda acaso el remordimiento de no haber mencionado en el texto a Por una cabeza, Canchero, Polvorín, Uno y uno, Pan comido o Soy una fiera, pero son tantos que demandarían mucho más tiempo de escritura con la certera sospecha que llegaría a aburrirlos con un relato tan extenso. 



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