miércoles, 12 de agosto de 2015

Falleció un tanguero de ley

Se sumó a la barra de Pichuco

Por Rubén Fiorentino

Nunca pensé tener que escribir esta despedida. El 11 de Agosto de 2015 ingresará en mis recuerdos como un día particularmente triste porque si bien pocas horas antes había pasado por la habitación que lo alojaba en el sector de terapia intensiva del Hospital de San Isidro, conservaba la tenue esperanza que el “gomía” Aníbal Hugo Gabarrella zafara de esa situación delicada. No pudo ser, el de arriba dispuso que terminara el sufrimiento y que pudieses encontrar el descanso eterno. Quizá con egoísmo de nuestra parte hubiésemos querido retenerte más tiempo pero como dice el “gotan”, “contra el destino nadie la talla”.

Fue una dicha que ingresaras en mi vida y un placer haber compartido tantos momentos gratos. También de los otros cuando llegó la “malaria” y tu generosidad sin límites brindándote por los que creías tus amigos casi te hace perder el techo donde abrigaste tantos sueños. Recuerdo tu devoción por la viejita, Doña Ema que hasta el instante final veló por ese “chico grande” que tenía en casa. Tu idolatría por “Pichuco” que le dio pie a tantos para calificarte como a “su viuda”. Tu emoción desbordante cuando recitabas un poema trasmitiendo todo ese fuego que guardabas en tu interior…

Fuiste parte fundamental de ese puñado de “locos visionarios” que aquel 18 de Septiembre de 1997 fundaron el Centro Cultural del Tango Zona Norte. Artífice absoluto de que alguna vez tuviéramos una sede, en ese local de la calle Pirán que antecedía a tu propiedad que otrora fuera un lavadero industrial y cada vez te ocasionaba más dolores de cabeza. Allí permanecimos ofreciendo, parafraseando aquel famoso anuncio publicitario del “aceite bueno y barato”,  tango de jerarquía sin cargo alguno hasta que tu generosidad sin límites brindándote por pseudo amigos que se aprovechaban de ello te obligó a resignar  ese techo que te cobijaba.

Recuerdo aquel libro que te animaste a escribir sobre la vida y trayectoria de tu admirado referente, prologado, nada más ni nada menos que por Roberto Peregrino Salcedo. Aquel poema que te escribí augurando reeditar en nuestras personas aquella dupla fundamental del tango…Troilo-Fiorentino y el que vos retribuiste con versos que nunca supe si merezco.

Cómo olvidar el día que el “soltero empedernido” se rindió al matrimonio y una nueva etapa como “pasivo” que no fue tal porque la noche tiraba y había que anunciar o interpretar algún poema como solo vos podías hacerlo. Ya había quedado atrás aquel librero de la diagonal Salta amado por los clientes y el conductor de aquel ciclo radial exitoso que te pintaba de cuerpo entero…Tangos al mediodía entre “gomías”.

Te fuiste Hugo y ese vacío es imposible de llenar haciendo mías las palabras del gran Julián Centeya se me ocurre decir  “…Se las tomó una cheno de descuido y me dejó un recuerdo lacerante.  ¿Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo, si es que hay otro mundo pa´ los que se piantan? Sin duda el cuore suyo se hizo grillo y su mano cordial…es una planta…”

 

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