POR RUBÉN FIORENTINO
El tango suele retratar momentos tristes y
también momentos alegres. Cuando te tienen que dar dos noticias, una mala y una
buena, generalmente siempre optas porque te cuenten la que enumeré en primer
término y después la otra.
En consecuencia, entre llorar y reír, en
esta oportunidad saquen sus pañuelos, porque le voy a dar crédito al llanto y
su unidad de medida, la lágrima.
Esa dicotomía la plantea Francisco Gorrindo en Las cuarenta, cuando sentencia llorar cuando lo hacen los otros y reír con la murga. Claro que la unidad de medida señalada en el enunciado también se consideraron las fracciones de ella, las lagrimitas. Así podemos comenzar por Una lagrimita (Augusto Paredes), para seguir derramando más de ellas como Lagrimitas de mi corazón (de los dos Enriques, Rodríguez y Cadícamo) y Lagrimitas para qué (Orlando Trípodi, Luis Carlos García y Ricardo Otero).
En cuanto a las lágrimas los gestores de esta música que nos atrapa, las llegaron a agrupar por cantidades que van desde Una lágrima (Nicolás Verona y Eugenio Cárdenas), -diré como al pasar también, que con este título existen dos valses (José Rebolini y Juan Durante y Agesilao Ferrazano, respectivamente), Cuatro Lágrimas (Lito Bayardo),
Siete lágrimas (Enrique Maciel - Héctor Pedro Blomberg) y cero lágrimas, o sea Sin lágrimas (Charlo - José María Contursi).
Hay quienes les adjudican propiedad a las
lágrimas, Una lagrima tuya (Mariano Mores - Homero Manzi) y Mis lágrimas
(existen dos títulos homónimos, uno de Ángel Maffia - Enrique Cadícamo y otro
más cercano en el tiempo de Juan Martí - Marvil, ambos son tangos).
Mario Vignale en 2005 hasta se atreve a
darle un color y concibe el vals Lágrima gris. También hay quienes delatan
el elemento que las constituye Lágrimas de sangre (Roberto Giménez) o el que
las origina, Lagrimas de amor (Juan Canaro – Jesús Fernández Blanco).
Acaso aparezca el que pregona lagrimas para siempre, el caso de Lágrimas eternas (estos son los Franciscos, Lauro y Brancatti)
y otros que las pintan en tamaña cantidad como para escribir Lluvia de lágrimas (acá son los Robertos, Pansera y Lambertucci).
Otros solo se quedan satisfechos con
señalar que son más de una, es decir, utilizando el plural Lágrimas, que
origina tres títulos similares (Arolas, Edgardo Donato - Maruja Pacheco Huergo
y el más reciente, fruto de la inspiración de Guillermo Fernández - Federico
Mizrahi y Luis Longhi).
Acaso no deba olvidarme de esa lágrima
superlativa, el lagrimón, derramado por Alfredo Le Pera en conjunto con Mario
Battistella en Melodía de arrabal.
Agotado por propia decisión el tratamiento
de la unidad de medida, como di en denominar a la lágrima, pasaré a considerar
el sollozo, palabra que la Real Academia Española utiliza para describir al
gimoteo, lloriqueo, gemido, etc.
En este punto los creativos del tango se atrevieron asignarle esa posibilidad de expresarse a un emblemático instrumento musical y así surgió Sollozo de bandoneón (Ricardo Tanturi – Enrique Cadícamo), el nacido en Luján autor de ese dupla autoral sensacional con Juan Carlos Cobián se reitera en esa idea en Mientras gime el bandoneón, y también obliga al llanto a un instrumento de cuerdas en Guitarra que llora (música de Oscar Alemán, Gastón Bueno Lobo),
en tanto Amuchástegui Keen “hace llorar a los violines” en Después del carnaval.
Hay quienes hacen vivir esa situación a
una manifestación eólica, Gime el viento (Atilio Bruni – Oscar Rubens). En fin,
haciendo gala de esa brillante definición de Leopoldo Marechal, “El tango es
una posibilidad infinita” seguiremos adelante con ese derrame acuoso
incursionando en esas sentencias que responden a títulos como Llorarás mañana,
llevado al disco por el sanisidrense por adopción, Oscar Alonso con
acompañamiento de guitarras, o acaso Tendrás que llorar, la composición en
tiempo de vals de Cristino Tapia que entre otros llevaron al disco Carlos
Gardel, Enzo Valentino y Guillermo Rico.
No puedo dejar de mencionar que hay quienes vaticinan que derramarás lagrimas más de una vez y se anotan con Llorarás, llorarás (Hugo Gutiérrez – Homero Manzi),
quienes dicen que lo harás como alguien en particular, Y llorarás como yo (Emma Suárez – Abel Aznar) y Lloró como una mujer (José María Aguilar – Celedonio Esteban Flores) y quienes predicen que por algún hecho puntual romperás en llanto, tal el caso de Y entonces llorarás (Héctor Varela – Carlos Waiss).
Les propongo seguir llorando porque acaso sirva escuchar el pronóstico auspicioso de Enrique Cadícamo en El llorón “a veces llora el que más liga” y entonces como prólogo a un seguro mangazo reparemos en Llorando la carta (Juan Fulginitti).
Los creativos del tango también
contemplaron en este festival acuoso el pasado y el presente como sentencia en
ritmo de vals Anoche estuve llorando (Carlos Sánchez) y Estás llorando (Juan
Alfredo Pedernera – Carlos Russo). Otra página también en el presente, pero no
del todo cerciorada de lo que acontece, es seguramente Será que estoy llorando
(Astor Piazzolla – Horacio Ferrer).
No podía omitirse el motivo sentimental en
esto de generar composiciones con el tema que hoy nos convoca, tal el caso de
Llorando tu adiós (Eduardo Cabodevila) y Llorando un amor (Carlos Viván – Raúl
Costa Oliveri).
Les doy el tiempo justo para que cambien de pañuelo y prosigo afirmando que el llanto no tiene exclusividades, puedo certificar que Lloró el gaucho (Adolfo Mondino – Celedonio Esteban Flores) y también dar cuenta de El llorar del milonguero (Alejandro Junnissi), el Llanto cartonero (Edgardo Fernández Etcheto, Pedro Colombo y Susana Mir) o Cuando llora la milonga (Juan de Dios Filiberto – María Luisa Carnelli), pero sin duda los que más llegarán a conmover son el Llanto de madre (Antonio Bonavena) o quizá Tu llanto (Emilio Castaing – Roberto Peregrino Salcedo).
Hay los que no le ven sentido a la acción
de derramar lágrimas caso de Es en vano llorar (Alberto Suárez Villanueba –
Oscar Rubens), otros que encaran otras cosas para evitarlo y conciben un tango
como Por no llorar (Felipe De Vita – Luis Martínez Serrano y su homónimo en
tiempo de vals fruto de la inspiración de Pascual Botti – Domingo Vassalotti –
Alfonso Lavieri).
Siempre existen motivos para caer en el
llanto y así los justifican en Llorar por tu partida (Julio Rolón – Jorge Padula
Perkins) y Llorar por una mujer (Enrique Rodríguez – Enrique Cadícamo).
Otros suplican porque les permitan expresar sus sensaciones de esta manera caso de Dejame llorar hermano (Anselmo Aieta - Francisco Bastardi)
y quienes tratan de buscarle explicación o tal vez contar un hecho sucedido expresando Como me puse a llorar (Gabriel Clausi – José María Contursi).
Existen los que les molesta contemplar el llanto de otros y así lo expresan en No quiero verte llorar (Agustín Magaldi – Rodolfo Sciamarella).
Es válido también llorar por la juventud
perdida como bien lo expresa el tango Tiempos viejos (Francisco Canaro – Manuel
Romero) “Veinticinco abriles, volver a tenerlos, si cuando me acuerdo me pongo
a llorar”.
El amor por una mujer y el miedo a
perderla produce en el tango que hasta el más “taura”, en esas circunstancias
deba recurrir al pañuelo para enjuagar sus lágrimas como sucede en Malevaje
(Juan de Dios Filiberto – Enrique Santos Discépolo) “Si yo, -que nunca aflojé-
de noche angustiao me encierro a yorar”, claro eso sí, en privado para que
nadie lo vea.
El mendocino Gabino Coria Peñaloza en sus
versos suele ser un abonado fiel al llanto caso de Caminito - “No le digas si
vuelve a pasar, que mi llanto tu suelo regó”- , El besito -Llorando te despedí
la noche de nuestro adiós”- , El pañuelito –“El pañuelito blanco que te ofrecí,
bordado con mi pelo, fue para ti; lo has despreciado y en llanto empapado lo
tengo ante mí” , El ramito –“Tan honda fue tu pasión, que un día llorando, me
diste un ramito, lo guardo en un cofrecito y vela su sueño mi fiel corazón” –
La cartita -”Al cerrar esta triste cartita, sonriendo a mi lado mi madre llegó.
Y aunque quise ocultarle mi pena, ¡yo se que llorando mi madre me vio!”- , La Vuelta
de Rocha –“Muchachita buena, los muelles lo saben, que el viejo Riachuelo
sepulcro te dio; una crucecita le dice al que pasa, que el alma de un barrio tu
muerte lloró”- , Margaritas –“Con voz misteriosa que yo solo entiendo mi
corazón noble latiendo me habló: me contó que un alma, llorando de ausencia,
sus dos margaritas también deshojó”- y el más cercano en el tiempo, pues data
de 1973, Yo te llevo ante el altar –“Linda novia de mi barrio, linda novia
abandonada, hoy te vieron las vecinas hondamente suspirar; hoy te vieron de
rodillas silenciosa y desolada, sollozando tu congoja sobre el blanco de tu
ajuar”.
Otro de los que rivaliza con él en citar
el llanto en sus composiciones, Enrique Cadícamo, se lo niega a los
protagonistas de la historia que teje para Por la vuelta.
En este surtido recorrido lacrimógeno reparo
que aún no me ocupé de citar al bueno de Catulo Castillo que hizo llorar a “la
calesita de la esquinita sombría”
Para darle un cierre auspicioso a tantas
lágrimas derramadas en este informe, recurro a mi admirado Reinaldo Yiso, que
tantas veces me emocionó hasta las lágrimas con El sueño del pibe. Esta vez
recurro a él para recordar su esperanzadora propuesta de Soñemos – “Yo se nunca
nadie podrá separarnos, y aún no estando juntos nos une un mismo amor. Acaso en
otra vida muy juntos nos hallemos y nunca más lloremos la pena de este amor”-.
Solamente restaría que lo cantara Lágrima
Ríos o tal vez Agustín Magaldi que dicen que cantaba con una lágrima en la
garganta y “cartón lleno”…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario